Altísima, delgadísima hasta el borde de la anorexia, cabellos largos, nariz perfecta, senos redondeados… Así fue como un día “tan lindo como este”, Osmel Sousa dictó los parámetros de lo que debería ser la mujer venezolana. De esta manera nació el sueño (o pesadilla depende de cómo se mire) de miles de jovencitas y niñas venezolanas, ser Miss Venezuela.
El concurso de explotación femenina más popular del país y de América Latina, ha impuesto a la venezolana común la tarea imposible de encajar en un molde de estética femenina discriminatorio (alta, rubia, delgada). Y es que este sueño se ha sabido comercializar: “desde niña soñé con ser Miss Venezuela”, parece ser la frase (cliché) favorita de las candidatas y ganadoras del concurso. Entonces; luego del discurso barato que incluye: “lo maravilloso que ha sido participar”, “las buenas amigas que he hecho” y “las oportunidades que me ha abierto el concurso”; nuestras niñas sueñan… Sueñan con el cuerpo anoréxico de 40 kilos, la imposible estatura (para la mayoría de las venezolanas) de 1,80 metros, y el buen par de siliconas que puedan sustituir a los anhelados senos de por lo menos 34 B.
Sin embargo, aquí entra la interrogante, aparte de la “belleza para exportar” (más bien belleza para explotar), cuál es el discurso de la imagen que vende Miss Venezuela sobre la mujer venezolana. La señorita perfecta que no tiene necesidad de usar sus habilidades e intelecto para conseguir metas o peor aún que cree que es un desperdicio de tiempo dedicarse a cualquier actividad intelectual porque la belleza física, no como una verdadera estética, sino como prostitución sexual anula cualquier necesidad de pensar.
Es una aseveración demasiado pesimista, dirían algunos escépticos y conformistas, pero sólo hay que percatarse de la cantidad de salones de belleza y peluquerías que proliferan cada día más en todas las ciudades del país, la demanda de cirugías estéticas en aumento, la promoción inacabable de dietas imposibles y la necesidad de la venezolana de exhibirse. Cualquier procedimiento que permita acercarse más a la idea de la venerada e impoluta Miss Venezuela se populariza en este país en un abrir y cerrar de ojos.
Impoluta y Virginal Miss Venezuela, sí, porque es impensable acusar de prostituta a ninguna de las dignas soberanas de la belleza nacional, cuasi vírgenes Marías de la sociedad actual. Como si no existieran Alicias Machados y Norkis Batistas, que ejemplifiquen la “virtuosa” e “intachable” Miss Venezuela.
Estas mujeres (las misses) no son un reflejo real de la mujer venezolana pero lamentablemente sí se han convertido en un ideal a seguir para muchas niñas y en el referente principal de la mujer venezolana para el mundo. En este punto, no se quiere caer en moralismos sino en una verdadera actitud crítica sobre este concurso y su multiplicación en miles de reinados que se repiten a forma de Minis Venezuela en casi todos los pueblos, ciudades, colegios y escuelas del país, en los cuales se glorifica la belleza física y se le vende gratuitamente a todas las niñas (y niños) la mediocre imagen de la “perfección femenina”, como un modelo a seguir y como un discurso de vida.
“La idea de la mujer como un “eterno femenino” o como una esencia enigmática igual a sí misma a lo largo del tiempo, es una proposición un tanto estrecha, que no por ello deja de ser menos considerable, pues concibe a la mujer como si no fuera sujeto de cultura afectado por las variaciones que se configuran de acuerdo con las estructuras económicas, sociales, religiosas, políticas presentes en la historia. Por tanto, al hablar de la mujer es importante tener en cuenta que en primer lugar no es igual a sí misma a lo largo del tiempo, ni son iguales todas las mujeres entre sí, aún cuando se esté analizando un mismo momento histórico. Cada sociedad construye una imagen determinada de lo que es ser hombre y ser mujer. Cada una de estas construcciones encierra valores, expectativas, normas y conductas establecidas para uno y otro género, las cuales reciben una validación social y constituyen un componente fundamental en los procesos de socialización”.