En 1995, cuando apenas tenía 43 años, Jean-Dominique Bauby, entonces editor de la revista francesa Elle, sufrió un extraño accidente cerebal que rompió la comunicación entre este órgano y las funciones motrices del cuerpo.
Durante 20 días permaneció en coma, con todo el cuerpo paralizado, excepto el ojo izquierdo, que le sirvió para contar su propia historia en el libro La escafandra y la mariposa (Le scaphandre et le papillon), cuyo título es una metáfora del nombre con que dos neurólogos definieron su extraña enfermedad: Locked-In Syndrome (Síndrome de los encerrados en sí mismos).
La pregunta evidente es: ¿cómo pudo escribir un libro, si estaba postrado en una cama, no tenía movilidad en las manos, necesitaba un respirador artificial y no podía hablar para dictar su historia a alguién más?
Le respuesta está en el parpadeo de ese ojo que sobrevivió a la tragedia. Y es que a Jean-Dominique, también conocido en el mundo editorial y de la moda como Jean-Do, le bastó con abrir y cerrar ese ojo, para comunicarse con el mundo exterior y crear un nuevo universo a partir de su imaginación y memoria.
Las capacidades de su mente, el ánimo y las ganas de vivir también fueron fudamentales para que aprendiera un alfabeto ordenado por la frecuencia de aparición de las letras.
La técnica fue utilizada por una asistente editorial, de nombre Claude Mendibil (Anne Consigny, en la cinta), que deletreaba este peculiar alfabeto en espera de que el editor francés (interpretado magistralmente por Mathieu Amalric) parpadeara en la letra que deseaba. Un guiño servía para asentir; mientras que dos, significaba “no”.
Lo primero que dijo fue “castañas” porque pensaba que le habían puesto castañas en la boca y por eso no podía hablar.
En una entrevista concedida a Elle, a través del mismo procedimiento, Jean-Do señaló:
“A las cuatro de la mañana me despertaba. En la oscuridad, las palabras empezaban su danza hasta ordenarse en frases redondas. Pese a tener la sensación de llevar siempre guantes de boxeo y botas de esquí eran momentos de alegría. Cada tres o cuatro días, Claude me releía un pasaje y me sugería cortes. Nunca dudé en sacrificar una noche de cavilaciones y mañanas de dictado. La bestia tenía que quedar impecable.”
La historia de Jean-Dominique Bauby y el libro que redactó desde la habitación 119 de un hospital galo, llegaron hace unos años al inquietante pintor y cineasta Julian Schnabel (Antes que anochezca), quien convirtió su historia en la emotiva, desgarradora y fascinante película llamada El llanto de la mariposa, que este fin de semana brilla en cartelera.
Si todos estos argumentos no fueran suficientes, hay que comentar que El llanto de la mariposa le mereció a Schnabel el Premio al Mejor Director en el 60 Festival de Cannes y, además, recibió cuatro nominaciones al Oscar (Fotografía, Director, Edición y Guión adaptado) aunque la Academia estadunidense de cine optó por no otorgarle ninguna estatuilla.
Mediante este parpadeo Jean-Do fue capaz de deletrear letra a letra palabras, frases y párrafos, y al final, un libro que se convirtió en la película que usted puede ir a disfrutar con la movilidad de sus piernas, sus brazos, sus manos, sus ojos y su corazón, órgano que a Jean-Dominique Bauby le dejó de latir 15 meses después del “extraño accidente” y diez días después de la publicación de su obra.
Como este espacio se trata de compartir, al leer la sinopsis de la película, La escafandra y la mariposa, recordé que cuando la vi, no paré de llorar, toco fibras de mi corazón, de una perdida en mi vida, que no había querido reconocer el dolor que me produjo.
Pues bien compartiré un poco con ustedes esta parte de mi vida, tan personal y tan humana. Mi papá sufrió un accidente en un país lejano, donde el idioma no era el nuestro, por cuestiones de dinero y por consejo de una licenciada que nos había puesto el consulado, no pudimos estar con él en su despertar de un coma inducido, al ver la película y conocer el mundo en que vivió mi papá encerrado en su cuerpo durante unas semanas no pude dejar de llorar.
Han pasado algunos años desde su partida, pero gracias a esta hermosa película comprendí muy bien el significado de una logopeda, de una terapeuta en enseñar a comer, y me imagine el despertar de mi papá con personas extrañas, sin comprender del todo que le había pasado, lo único que pude ver de esa parte de su vida fue un papel escrito con sus manos temblorosas, solo un palabra, solo un sentimiento: miedo.
Va pues la recomendación a ver esta maravillosa película.
muy buen artículo