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Archive for diciembre 2012

Ana García Bergua

Vacación

Cómo son las vacaciones: aunque duren tres días, aunque no salgamos a playa, bosque o parque ninguno, vivimos ese lapso como un paréntesis forzoso y necesario, algo que siempre me ha recordado aquella vieja película de Alain Tanner, Le Retour d’Afrique (El regreso de África). En esa cinta de comienzos de los setenta, una pareja de jóvenes suizos, hartos de la vida en Ginebra, venden sus posesiones y se despiden de sus amigos para irse a vivir a Argelia, donde le ofrecen a él un trabajo. El viaje y el proyecto se ceban por alguna razón, pero ellos no se sienten capaces de confesar a sus amigos esta especie de fracaso de un sueño que muchos jóvenes europeos tenían en aquellos años: ir a India, a Marruecos, a África o Latinoamérica, el sueño del exotismo revisitado en una mezcla de lo hippie y lo pro-tercermundista. Y el sueño de partir lejos, lejos, para abandonar lo normal, lo convencional. La cosa es que, ante la frustración de no haber ido a África, la pareja se queda a vivir oculta en su departamento vacío, llevando una especie de vida paralela al margen de la anterior, una vida que, con el proyecto de tener un hijo, cobrará un sentido distinto.

Decía que en tiempo de vacaciones pienso en Le Retour d’Afrique: uno no sale a ningún lado –el presupuesto no lo permite o los lugares para vacacionar están peor que el Metro en horas pico– y no es que se esconda, pero tiende a comportarse como si estuviera lejos de su casa o de su vida. De hecho, antes de las vacaciones organizamos posadas y borracheras para despedirnos de los amigos hasta el año entrante. Quién sabe por qué nos despedimos, si muchos nos volveremos a ver a la semana siguiente, pero el ritual es más que necesario para poder continuar la vida, quizá como una especie de constatación. Incluso hay algo de supersticioso en este afán de acompañarnos a pasar el límite. Sobrevivimos, estamos bien, seguimos. Y lo bueno es que, según la nasa, no se acabará el mundo.

Eso sí, no es que la vida en las vacaciones sea anodina, todo lo contrario, pero es verdad que cuando uno queda fuera del viaje glamoroso a la playa, la montaña o París, uno se organiza una curiosa clausura, un regreso de África en el que quizá los otros podrán interpretar que no estamos, ni contestamos el teléfono porque nos fuimos o porque somos un poco otros, los de tenis y camiseta que se guardan en la casa o pasean por el barrio con aire de turistas. Muchas veces nuestra ciudad nos permite perdernos por sus calles, por lugares desconocidos o poco visitados, pues es verdad que a veces necesitamos detener el tiempo un poco, llevar una vida ajena a nuestra propias rutinas y comportamientos, ser otros. Eso, quienes tienen vacaciones, aunque sean de un día, pues sé de mucha gente que no goza de nada parecido.

Mi regreso de África, en este diciembre, durará aunque sea una semana. En calidad de viaje, leeré los libros que no he tenido tiempo de comenzar o de terminar, por el solo gusto de leerlos, y que me esperan apilados en la mesita donde guardo mis lecturas para las ocasiones dilatadas, en las que el tiempo parece pertenecerme. Libros de amigos queridos, dos hombres y dos mujeres, en buena simetría: Los árboles que poblarán el Ártico, el más reciente poemario de Antonio Deltoro (era), me acompañará con los poemas dedicados a los gatos, a los árboles y a los pájaros de este gran poeta tan querido y admirado. Vidas colapsadas, los cuentos de Roberto Ransom (Conaculta), me hablarán de las familias y el flujo del tiempo, de deseos, desastres y memorias. Se me antoja horrores El beso de la liebre, de Daniela Tarazona (Alfaguara), que espera pacientemente a que lo abra y no lo pueda soltar. Su primera novela, El animal sobre la piedra, me encantó. Y para el descanso luego del café, la escenificación de suicidios célebres y amores prohibidos, todos cinematográficos, que hace Mónica Lavín en La casa chica (Planeta), va a ser una delicia. En las tardes trataré de terminar mi biografía de Marcel Proust, escrita por Ghislain de Diesbach, casi tan apasionante como la Recherche.

Y miento un poco, pues algunos de estos libros ya los he comenzado, he leído partes, y también hago trampa, porque quiero que ustedes los lean e incluso los regalen de Navidad a otros como nosotros, los que queremos partir a tierras exóticas y no tenemos más remedio que organizar un mundo ajeno en nuestro interior, en nuestra casa o en nuestros paseos por el barrio, un regreso de África a escala personal.

http://www.jornada.unam.mx/2012/12/16/sem-ana.html

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jesusvssanta

Cómo adelgazar rápido

Por:  Salomon Jakubowicz – diciembre 22 de 2012 – 0:00

Jakubowicz en Sinembargo,  LOS ESPECIALISTAS

Quisiera tener su metabolismo, dijo Santa señalando a Jesús. Al ver que su índice era más largo supe que engordaba por su testosterona, mientras Jesús respondía: no codiciarás los bienes ajenos.

Le expliqué que hacer dieta engorda porque frena el metabolismo y empeora la ansiedad. Ho-Ho-Ho… eso es lo que me pasa a mi, contestó.

Comer dos-tres horas después de levantarse o hacer ejercicios en ayunas engorda. El desayuno ayuda a bajar de peso sólo si ocurre al levantarse (máximo en 60 min) y si tiene suficientes proteínas.

Jesús me advirtió que Santa no era pecador, pero por su “Cerebro de Gordo” no siente hambre en la mañana y en la noche tiene ansiedad. Debo alimentar a todos los renos desde muy temprano y en la noche me provocan los dulces que me regalan los niños, dijo Santa.

Los carbohidratos engordan 12 veces más en la madrugada. Es mejor guardarlos para la mañana siguiente y así subir la serotonina.

Empecé  a sospechar  que  engordaba  por  su forma  de dormir.  Dormir  es más  importante  para  bajar  de  peso  que  la alimentación, les dije. Ambos oyeron extrañados mi explicación: sólo por dormir con la televisión prendida se reduce la melatonina y se frena el metabolismo, causando aumento de peso. Inclusive por prender la luz del baño en mitad de la noche tendrás debilidad por los alimentos dulces.

Es necesario dormir de 12-5 AM (mínimo). No dormir a estas horas engorda por culpa de la resistencia a la insulina. También los que no duermen profundamente por los ronquidos de su pareja (apnea del sueño) tienen más dificultad para adelgazar. Jesús llamó rápidamente a la esposa de Santa, le avisó que su papá era carpintero y que le podía regalar una cama nueva.

Al investigar sobre sus dietas, Jesús dijo que prefería desayunar proteínas y por eso multiplicaba el pescado pero que siete panes  los compartía  con cuatro  mil hombres.  A Santa  le costaba  desayunar  suficiente,  le recomendé  desayunar  con suficientes proteínas.

Cuando les pregunté qué ejercicios hacían, Jesús respondió que le gustaba salir a caminar sobre el agua. Santa dijo que no tenía mucho tiempo libre pero quería adelgazar rápido. Jesús le advirtió que los médicos no hacen milagros. Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/opinion/22-12-2012/11522. Si está pensando en usarlo, debe considerar que está protegido por la Ley. Si lo cita, diga la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. SINEMBARGO.MX

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 Asociación Nacional del Rifle (NRA)

Por qué no les creo

 
Jorge Ramos Ávalos
23 Dic. 12

«Lo peor de todo es que, pronto, otra masacre volverá a ocurrir en Estados Unidos. Está anunciado». Esto lo escribí hace cinco meses, después de la matanza en un cine en Aurora, Colorado, donde murieron 12 personas. No había que ser brujo o vidente para pronosticarlo. Estaban dadas todas las condiciones para otra masacre: acceso ilimitado de armas y un Congreso temeroso a poner nuevas restricciones a sus ventas. Y pasó: 26 personas fueron asesinadas en una escuela de Newtown, Connecticut, incluyendo a 20 niños.

Ya no les creo a los políticos que dicen que van a imponer límites al uso de armas. Siempre dicen lo mismo después de una masacre y no hacen nada. Tras la muerte de 15 personas en la escuela secundaria Columbine, en Colorado, en 1999, no hicieron nada. Tampoco tras el asesinato de 32 en la universidad Virginia Tech en 2007. Y ahora, tras el asesinato de una veintena niños de niños de kínder, dicen que sí van a hacer algo al respecto pero tienen cero credibilidad. Por eso no les creo.

La realidad es que tenemos un Congreso con miedo. La mayoría de los congresistas temen proponer nuevas leyes que limiten el uso de armas. ¿Por qué? Porque se enfrentarían a la Asociación Nacional del Rifle (NRA) y a los millones de dólares que la poderosa organización podría invertir en su contra en las próximas elecciones. Como me comentó el representante de Illinois, Luis Gutiérrez, para cambiar las leyes actuales se necesitan muchos congresistas dispuestos a perder su puesto. Y, la verdad, yo no conozco a muchos congresistas así.

Ésta es la realidad que es preciso cambiar. En ningún país del mundo hay tantas masacres en escuelas como en Estados Unidos. En esta nación hay, aproximadamente, un arma por cada uno de sus más de 300 millones de habitantes. Uno de cada tres hogares tiene una pistola o un rifle. Y es más fácil conseguir un arma para matar que una medicina sin receta médica.

El rifle utilizado por el pistolero es muy similar al que usan las tropas de Estados Unidos en las guerras de Afganistán e Irak. Poseer un rifle de ese calibre sólo puede tener un propósito: matar a seres humanos. Nunca he escuchado de un cazador que sale en busca de venados con rifles que disparan ráfagas de balas al tocar una sola vez el gatillo.

Es un argumento falso el decir que con más armas estamos más seguros. Japón ha demostrado que con menos armas hay menos asesinatos. Ahí los ciudadanos, con muy raras excepciones, tienen prohibido portar armas.

Después de una masacre como ésta, siempre acaban diciendo que el responsable estaba «loco». Pero la diferencia en Estados Unidos es que esos «locos», si de verdad lo fueran, tienen acceso irrestricto a armas de fuego. Sin armas de fuego, los problemas y las venganzas personales de Adam Lanza no hubieran culminado en una matanza.

En estos momentos es impensable en Estados Unidos eliminar la segunda enmienda de la Constitución, que garantiza la compra y uso de armas para cualquier ciudadano. Pero ciertamente las circunstancias que vivimos ahora son muy distintas a las que motivaron en 1791 a que se aprobara dicha enmienda. Aquí, lo verdaderamente radical sería el buscar la erradicación de la segunda enmienda. Pero no hay la voluntad política, siquiera, para plantear la idea en el Congreso.

En abril de 2007 viajé a Blacksburg para cubrir la matanza de 32 personas en la universidad de Virginia Tech. En esa ocasión me sorprendió cómo en un momento puedes estar tomando una clase de alemán o de hidrología y, al siguiente, estás muerto.

Poco después escribí que era «una locura que un perturbado mental como Cho Seung Hui pueda comprar fácilmente armas de ataque en Estados Unidos». Y concluí con pesimismo: «Nada va a cambiar». Desafortunadamente, tuve razón hace cinco años. Las masacres se han repetido una tras otra. Y ahora estamos esperando la que sigue. Pronto.

Aún si los congresistas norteamericanos se atrevieran a poner a un lado sus diferencias políticas y lograran un acuerdo para limitar el uso de armas de combate, millones de pistolas y rifles seguirían en circulación. Y eso no tocaría, ni en lo más mínimo, la cultura de violencia que reina en Estados Unidos, desde sus dos guerras hasta sus juegos de video.

Por eso no les creo a los políticos norteamericanos cuando dicen que ahora sí es el momento para hacer algo que evite más masacres como la de Newtown. Cierto, Estados Unidos vive un duelo similar al ocurrido después de los actos terroristas del 11 de septiembre del 2001. Hay esa terrible sensación de que cualquiera de nosotros pudo haber sido el padre o la madre de uno de los 20 niños asesinados.

Pero temo concluir con el mismo pesimismo que antes: nada va a cambiar y, otra vez, sólo estamos esperando a que ocurra la siguiente masacre. Basta saber cuándo y dónde.

Twitter: @jorgeramosnews

http://www.reforma.com/editoriales/nacional/683/1365685/default.shtm

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CustodiaJueveseucaristico

 

Cuento de Navidad
[Cuento. Texto completo]

Guy de Maupassant

El doctor Bonenfantes forzaba su memoria, murmurando:

-¿Un recuerdo de Navidad?… ¿Un recuerdo de Navidad?…

Y, de pronto, exclamó:

«-Sí, tengo uno, y por cierto muy extraño. Es una historia fantástica, ¡un milagro! Sí, señoras, un milagro de Nochebuena.

«Comprendo que admire oír hablar así a un incrédulo como yo. ¡Y es indudable que presencié un milagro! Lo he visto, lo que se llama verlo, con mis propios ojos.

«¿Que si me sorprendió mucho? No; porque sin profesar creencias religiosas, creo que la fe lo puede todo, que la fe levanta las montañas. Pudiera citar muchos ejemplos, y no lo hago para no indignar a la concurrencia, por no disminuir el efecto de mi extraña historia.

«Confesaré, por lo pronto, que si lo que voy a contarles no fue bastante para convertirme, fue suficiente para emocionarme; procuraré narrar el suceso con la mayor sencillez posible, aparentando la credulidad propia de un campesino.

«Entonces era yo médico rural y habitaba en plena Normandía, en un pueblecillo que se llama Rolleville.

«Aquel invierno fue terrible. Después de continuas heladas comenzó a nevar a fines de noviembre. Amontonábanse al norte densas nubes, y caían blandamente los copos de nieve tenue y blanca.

«En una sola noche se cubrió toda la llanura.

«Las masías, aisladas, parecían dormir en sus corralones cuadrados como en un lecho, entre sábanas de ligera y tenaz espuma, y los árboles gigantescos del fondo, también revestidos, parecían cortinajes blancos.

«Ningún ruido turbaba la campiña inmóvil. Solamente los cuervos, a bandadas, describían largos festones en el cielo, buscando la subsistencia, sin encontrarla, lanzándose todos a la vez sobre los campos lívidos y picoteando la nieve.

«Sólo se oía el roce tenue y vago al caer los copos de nieve.

«Nevó continuamente durante ocho días; luego, de pronto, aclaró. La tierra se cubría con una capa blanca de cinco pies de grueso.

«Y, durante cerca de un mes, el cielo estuvo, de día, claro como un cristal azul y, por la noche, tan estrellado como si lo cubriera una escarcha luminosa. Helaba de tal modo que la sábana de nieve, compacta y fría, parecía un espejo.

«La llanura, los cercados, las hileras de olmos, todo parecía muerto de frío. Ni hombres ni animales asomaban; solamente las chimeneas de las chozas en camisa daban indicios de la vida interior, oculta, con las delgadas columnas de humo que se remontaban en el aire glacial.

«De cuando en cuando se oían crujir los árboles, como si el hielo hiciera más quebradizas las ramas, y a veces desgajábase una, cayendo como un brazo cortado a cercén.

«Las viviendas campesinas parecían mucho más alejadas unas de otras. Vivíase malamente; cada uno en su encierro. Sólo yo salía para visitar a mis pacientes más próximos, y expuesto a morir enterrado en la nieve de una hondonada.

«Comprendí al punto que un pánico terrible se cernía sobre la comarca. Semejante azote parecía sobrenatural. Algunos creyeron oír de noche silbidos agudos, voces pasajeras. Aquellas voces y aquellos silbidos los daban, sin duda, las aves migratorias que viajaban al anochecer y que huían sin cesar hacia el sur. Pero es imposible que razonen gentes desesperadas. El espanto invadía las conciencias y se aguardaban sucesos extraordinarios.

«La fragua de Vatinel hallábase a un extremo del caserío de Epívent, junto a la carretera intransitada y desaparecida. Como carecían de pan, el herrero decidió ir a buscarlo. Entretúvose algunas horas hablando con los vecinos de las seis casas que formaban el núcleo principal del caserío; recogió el pan, varias noticias, algo del temor esparcido por la comarca, y se puso en camino antes de que anocheciera.

«De pronto, bordeando un seto, creyó ver un huevo sobre la nieve, un huevo muy blanco; inclinose para cerciorarse; no cabía duda; era un huevo. ¿Cómo sé hallaba en tan apartado lugar? ¿Qué gallina salió de su corral para ponerlo allí? El herrero, absorto, no se lo explicaba, pero cogió el huevo para llevárselo a su mujer.

«-Toma este huevo que encontré en el camino.

«La mujer bajó la cabeza, recelosa:

«-¿Un huevo en el camino con el tiempo que hace? ¿No te has emborrachado?

«-No, mujer, no; te aseguro que no he bebido. Y el huevo estaba junto a un seto, caliente aún. Ahí lo tienes; me lo metí en el pecho para que no se enfriase. Cómetelo esta noche.

«Lo echaron en la cazuela donde se hacía la sopa, y el herrero comenzó a referir lo que se decía en la comarca.

«La mujer escuchaba, palideciendo.

«-Es cierto; yo también oí silbidos la pasada noche, y entraban por la chimenea.

«Sentáronse y tomaron la sopa; luego, mientras el marido untaba un pedazo de pan con manteca, la mujer cogió el huevo, examinándolo con desconfianza.

«-¿Y si tuviese algún maleficio?

«-¿Qué maleficio puede tener?

«-¡Toma! ¡Si yo supiera!

«-¡Vaya! Cómetelo y no digas bestialidades.

«La mujer abrió el huevo; era como todos, y se dispuso a tomárselo con prevención, cogiéndolo, dejándolo, volviendo a cogerlo. El hombre decía:

«-¿Qué haces? ¿No te gusta? ¿No es bueno?

«Ella, sin responder, acabó de tragárselo. Y de pronto fijó en su marido los ojos, feroces, inquietos, levantó los brazos y, convulsa de pies a cabeza, cayó al suelo, retorciéndose, dando gritos horribles.

«Toda la noche tuvo convulsiones violentas y un temblor espantoso la sacudía, la transformaba. El herrero, falto de fuerza para contenerla, tuvo que atarla.

«Y la mujer, sin reposo, vociferaba:

«-¡Se me ha metido en el cuerpo! ¡Se me ha metido en el cuerpo!

«Por la mañana me avisaron. Apliqué todos los calmantes conocidos; ninguno me dio resultado. Estaba loca.

«Y, con una increíble rapidez, a pesar del obstáculo que ofrecían a las comunicaciones las altas nieves heladas, la noticia corrió de finca en finca: ‘La mujer de la fragua tiene los diablos en el cuerpo.’

«Acudían los curiosos de todas partes; pero sin atreverse a entrar en la casa, oían desde fuera los horribles gritos, lanzados por una voz tan potente que no parecían propios de un ser humano.

«Advirtieron al cura. Era un viejo incauto. Acudió con sobrepelliz, como si se tratara de auxiliar a un moribundo, y pronunció las fórmulas del exorcismo, extendiendo las manos, rociando con el hisopo a la mujer, que se retorcía soltando espumarajos, mal sujeta por cuatro mocetones.

«Los diablos no quisieron salir.

«Y llegaba la Nochebuena, sin mejorar el tiempo.

«La víspera, por la mañana, el cura fue a visitarme:

«-Deseo -me dijo- que asista la infeliz a la misa de gallo. Tal vez Nuestro Señor Jesucristo la salve, a la hora en que nació de una mujer.

«Yo respondí:

«-Me parece bien, señor cura. Es posible que se impresione con la ceremonia, muy a propósito para conmover, y que sin otra medicina pueda salvarse.

«El viejo cura insinuó:

«-Usted es un incrédulo, doctor, y, sin embargo, confío mucho en su ayuda. ¿Quiere usted encargarse de que la lleven a la iglesia?

«Prometí hacer para servirle cuanto estuviese a mi alcance.

«De noche comenzó a repicar la campana, lanzando sus quejumbrosas vibraciones a través de la sombría llanura, sobre la superficie tersa y blanca de la nieve.

«Bultos negros llegaban agrupados lentamente, sumisos a la voz de bronce del campanario. La luna llena iluminaba con su tibia claridad todo el horizonte, haciendo más notoria la pálida desolación de los campos.

«Fui a la fragua con cuatro mocetones robustos.

«La endemoniada seguía rugiendo y aullando, sujeta con sogas a la cama. La vistieron, venciendo con dificultad su resistencia, y la llevaron.

«A pesar de hallarse ya la iglesia llena de gente y encendidas todas las luces, hacía frío; los cantores aturdían con sus voces monótonas; roncaba el serpentón; la campanilla del monaguillo advertía con su agudo tintineo a los devotos los cambios de postura.

«Detuve a la mujer y a sus cuatro portadores en la cocina de la casa parroquial, aguardando el instante oportuno. Juzgué que éste sería el que sigue a la comunión.

«Todos los campesinos, hombres y mujeres, habían comulgado pidiendo a Dios que los perdonase. Un silencio profundo invadía la iglesia, mientras el cura terminaba el misterio divino.

«Obedeciéndome, los cuatro mozos abrieron la puerta y acercáronse a la endemoniada.

«Cuando ella vio a los fieles de rodillas, las luces y el tabernáculo resplandeciente, hizo esfuerzos tan vigorosos para soltarse que a duras penas conseguimos retenerla; sus agudos clamores trocaron de pronto en dolorosa inquietud la tranquilidad y el recogimiento de la muchedumbre; algunos huyeron.

«Crispada, retorcida, con las facciones descompuestas y los ojos encendidos, apenas parecía una mujer.

«La llevaron a las gradas del presbiterio, sosteniéndola fuertemente, agazapada.

«Cuando el cura la vio allí, sujeta, se acercó cogiendo la custodia, entre cuyas irradiaciones de oro aparecía una hostia blanca, y alzando por encima de su cabeza la sagrada forma, la presentó con toda solemnidad a la vista de la endemoniada.

«La mujer seguía vociferando y aullando, con los ojos fijos en aquel objeto brillante; y el cura estaba inquieto, inmóvil, hasta el punto de parecer una estatua.

«La mujer mostrábase temerosa, fascinada, contemplando fijamente la custodia; presa de terribles angustias, vociferaba todavía; pero sus voces eran menos desgarradoras.

«Aquello duró bastante.

«Hubiérase dicho que su voluntad era impotente para separar la vista de la hostia; gemía, sollozaba; su cuerpo, abatido, perdía la rigidez, recobraba su blandura.

«La muchedumbre se había prosternado con la frente en el suelo; y la endemoniada, parpadeando, como si no pudiera resistir la presencia de Dios ni sustraerse a contemplarlo, callaba. Luego advertí que se habían cerrado sus ojos definitivamente.

«Dormía el sueño del sonámbulo, hipnotizada…, ¡no, no!, vencida por la contemplación de las fulgurantes irradiaciones de la custodia de oro; humillada por Cristo Nuestro Señor triunfante.

«Se la llevaron, inerte, y el cura volvió al altar.

«La muchedumbre, desconcertada, entonó un tedeum.

«Y la mujer del herrero durmió cuarenta y ocho horas seguidas. Al despertar, no conservaba ni la más insignificante memoria de la posesión ni del exorcismo.

«Ahí tienen, señoras, el milagro que yo presencié.

Hubo un corto silencio y, luego, añadió:

-No pude negarme a dar mi testimonio por escrito.

 

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/fran/maupassa/cuentona.htm

 

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Hoy es siempre todavía: Machado

María Luisa Mendoza

Los mexicanos de antes crecimos los diciembres con las manos partidas del frío y calientes mesas de a medio día con los platillos de la fantasía culinaria mexica y con el sello de oro de zapote negro ataviado con gotas de coñac y ni hablar de la calabaza en tacha de crujiente cáscara apiloncillada. Nuestro patio se adornaba con un Nacimiento de a de veras, repletito de figuras divinas sobrevivientes de antiguas abuelas, quienes alguna vez fueron también niñas, y de las esferotas pesadas que colgaban las nanas de las orillas de las marquesinas de cristal y hierro. No había nada mejor que preparar una posada de heno y musgo, lagunas de espejo con pescados que beben y beben y vuelven a beber, del tamaño de ballenas trasatlánticas. No poníamos al Niño Jesús en su pesebre hasta la mera Nochebuena. Y por supuesto a nuestros amadísimos, el buey y el asno. ¿Cómo íbamos a olvidarlos? ¿Sus tibios y declarantes aromas de pesebre y animal? Para mí, acompañante de mi padre por las carreteras y caminos colindantes nada más “para ver a los animales” me decía, tal las tardes de contemplación del crepúsculo en la estación del ferrocarril (nuestro trenecito de nombre “la Burra”) a donde nos llevaba, haga de cuenta, la visita a un templo; a esa niña que fui, ¿cómo a estas alturas se le puede avisar así, a calzón quitado, “que dice el Papa que en la adoración de Jesús en el pesebre, con sus anfitriones buey y burrito al lado, ya no, ni tampoco pesebre? ¡Qué le pasa! Sólo alguien que se cree teólogo rígido e inapelable como un misterio puede ser tan intransigente e inútil como para quitarnos a los niños de antes (que ya no somos los mismos) la idea de la Nochebuena enseñada cuando andábamos en andas y en pañales. Está bien que el Papa niegue la estación para comer, digo, para pedir perdón: el limbo (donde por cierto vivimos la vida real muchos locos mansos, los de Babia) pero que no se meta con el reino de este mundo, el de los animales, risa, bondad, piedad de Dios para con nosotros que si bien no los poseemos, los protegemos idénticos a hijos, si tuviéramos. Que se ande con cuidado Ratzinger, no sea que le encuentre tres pies al gato y se le vayan más feligreses de los huidos por tanta negación: no a la planeación familiar, no a la pastilla del día siguiente, no al aborto, no a los homosexuales, no al matrimonio de dos aunque sean parejas pares. No a todo, por lo menos yo también así crecí y miren las consecuencias… Sí a la vida, sí a quien piensa distinto, mahometano o comunista (¿todavía los hay?). Sí amar a Dios como a sí mismo, es decir en confianza, tomando su mano en la oscuridad del sueño cuando se siente el miedo, antes de subir a la tribuna a presentar una ley en la mesa del quirófano musitando su todopoderoso nombre. Sí eternamente y no tanta prohibición, ahora sí que mamona. Seguiré con mis creencias infantiles (aunque “sea muy inteligente”) pero con una libertad negándoseme en la recoleta provincia hoy, por fortuna, mucho más liberada, más caritativa.

¡Hola, buey!, ¡hola, borriquito de lomos sangrantes!.. desde aquí los veo en mi Nacimiento de barro. Y no compro árboles ornamentados de luces y esferas porque los vine a conocer ya bastante labregona aquí en la Capital.

*Escritora y periodista

marialuisachinamendoza@yahoo.es

2012-12-22 00:00:00

http://www.excelsior.com.mx/index.php?m=nota&seccion=opinion&cat=11&id_nota=876132

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Furor por las mochilas antibalas en EEUU tras la masacre de Connecticut

 

El tiroteo que la semana pasada acabó con la vida de 20 niños y seis adultos ha catapultado hasta el 500% las ventas de esas empresas especializadas

Por Yolanda Monge

El País / Washington 20 de diciembre de 2012

El viernes pasado, el día que Newtown dejó de ser un lugar idílico de Nueva Inglaterra que solo había tenido un asesinato en diez años para engrosar la fúnebre lista de los asesinatos de masas con arma de fuego que tan tristemente característicos son de Estados Unidos, Elmar Uly comprobaba las ventas de su empresa, BulletBlocker. Uly supo de la masacre de Connecticut porque se sorprendió de un incremento en el negocio que primero fue del 200%, luego del 300% y ha alcanzado el 400%.

“Puse la televisión y la tragedia estaba en CNN”, ha relatado el dueño de Bullet Blocker, empresa que nació tras la masacre de Columbine en 1999, en la que 13 estudiantes fueron asesinados por otros dos.

Lo que BulletBlocker vende como su nombre ya insinúa en inglés son mochilas a pruebas de tiros, o lo que es lo mismo, mochilas para ir al colegio o el instituto que hacen las veces de chalecos antibalas. Uly cuenta que tras Newtown ha recibido muchas llamadas además de peticiones por internet y que muchos agentes del orden o del FBI se han interesado en esas mochilas para sus hijos. El precio medio de una de ellas es de 199 dólares.

BulletBlocker no es la única compañía dedicada a tan extraña comercialización. Hace seis meses, la empresa Amendment II lanzaba al mercado el mismo producto. Sus ventas han alcanzado la estratosfera desde Newtown: se han disparado un 500%. En este caso, se ofrece seguridad y tres diseños alternativos: una de princesas de Disney, una de la película Los Vengadores y una gris para adolescentes. Su precio oscila entre los 200 y los 300 dólares.

Como reconoce Derek Williams, presidente de Amendment II (Segunda Enmienda, la que hace referencia en la Constitución americana al derecho a portar armas), la venta de mochilas antibalas tiene un nicho muy pequeño de mercado, por lo que cualquier aumento de las ventas es muy significativo. “Pero hay días que hemos llegado a vender 200 y tener peticiones de muchas más”, lo que sí es un cambio importante. “Nada parecido sucedió tras Aurora [el tiroteo en Colorado que el verano pasado costó la vida a 12 personas en un cine]”, expone Williams. “Creo que en esta ocasión es porque se trata de un colegio, de niños”. Williams tiene seis hijos y todos ellos poseen mochilas a prueba de balas, que se pueden utilizar además como escudos protectores en un tiroteo para protegerse de un tirador.

“No enseño a mis hijos que los tiroteos suceden cada día en los colegios, pero sí les digo que si oyen disparos que se protejan con la mochila y corran lo más rápido y lejos posible”.

Al menos media docena de empresas más se dedican al negocio de «proteger a los estudiantes». Tras los asesinatos en la Universidad Virginia Tech en el año 2007, en el que 33 personas perdieron la vida, incluyendo al autor del tiroteo, fue la empresa MJ Ballistic la que cobró notoriedad, con una oferta de mochilas blindadas que, según la compañía, cumplían los estándares de seguridad del Ejército norteamericano.

Sin embargo, no todo el mundo está de acuerdo con esta práctica. Algunos colegios de Miami (Florida) han prohibido a los estudiantes que lleven estas mochilas como medida de precaución.

 

http://www.reforma.com/blogs/guadalupeloaeza/

 

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