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Archive for 15 de noviembre de 2008

Entre las noticias generadas sobre Neoskin o el “accidente” en el que perdieron la vida 14 personas el pasado 4 de noviembre, entre ellos José Luis Santiago Vasconcelos e Iván Mouriño, lo importante es Neoskin, el avionazo pasa a segundo termino.

Entiendo perfectamente a las personas afectadas por el fraude de Neoskin y Lupita Garza o Lupita Martínez Garza, ya que les pega directamente a su bolsillo, a su economía. Lo que no comprendo, es porque muchas de esas mujeres que buscan a través de Internet noticias de este mega fraude, solo leen la noticia, pero la gran mayoría no presenta su denuncia. Según las notas que yo he consultado el número de denuncias esta por debajo de las mujeres que se dicen afectadas, entre ellas mis amigas o conocidas, leen con avidez las noticias, dejan sus comentarios pero no presentan su denuncia, ¿Por qué no lo hacen? Seguramente piensan que esto no prosperará, que es una pérdida de tiempo, que nadie las escuchara, pero principalmente creo que la causa es la desidia que nos invade a todos lo mexicanos, dejar pasar y no hacer nada, por nuestros derechos como consumidores. Si esta vez no aprendemos, estamos perdidos, no nos hemos dado cuenta de la importancia de la unidad, la unidad de las personas afectadas por un fraude, si todas esas mujeres defraudadas presentarán su denuncia otro gallo cantaría.

Claro lo que más me impresiona, no es el fraude cometido por la dueña de Neoskin, me impresiona más, mucho más, la poca falta de conciencia sobre las personas muertas en el último año en México, lo importante ahora es saber si fue sabotaje o no, las autoridades ya han dado su veredicto, claro ayudados por Tony Garza que les dio el madruguete, y ahora la culpa es de los pilotos, los diarios de mayor circulación ponen a ocho columnas:»Diosito…las últimas palabras», «Se escucharon gritos», «Lo último que se escucho en el avión», «¿Qué dijeron los pilotos de Mouriño antes de estrellarse?» y una serie de titulares, audio, videos y comentarios sobre los últimos momentos de vida de los pasajeros a bordo del avión siniestrado el pasado 4 de noviembre. Vende más el morbo, que las vidas de las 14 personas muertas. Creo que nadie o muchos no creemos en esta versión, si la versión es la oficial y es la verdadera, es de dar miedo, si el avión en el que viaja un Presidente o un Secretario de Gobierno va tripulada por unos pilotos sin experiencia, que me expliquen, por favor, ¿quien se encarga de contratarlos?. Y sí, solo es para dar una explicación política a este avionazo, mis más sentidas condolencias a las familias de los pilotos inculpados.

Pero mientras pasan los días, la noticia importante sigue siendo Neoskin, ahora con las grabaciones que da el gobierno mexicano sobre las últimas palabras de los pilotos, se nota que la búsqueda del audio aumentó el interés del público, no sería también un poco interesante escuchar las ultimas palabras de los demás muertos en el país, los de Morelia, las familia confundida en Monterrey por policías, y muchos más que han perdido la vida este fatídico año.

Somos una sociedad tan indolente, que se nos han olvidado las muertas de Ciudad Juárez, el caso Digna Ochoa, la crisis económica que afecta a millones de familias, la Alianza para la Educación, la reforma energética, el presupuesto del 2009, y cientos de casos que influyen en nuestra vida cotidiana.

¿Qué nos pasa como sociedad? ¿A dónde vamos? ¿Por qué no nos preocupa lo que le pasa al vecino? Y lo peor ¿Qué les pasa a nuestros jóvenes, con este clásico de los mexicanos de «no pasa nada»? ¿En verdad, es más importante que califique la selección al mundial en Sudáfrica?

Va, somos una sociedad sin ánimos de hacer nada, ni siquiera por nosotros mismos, ni siquiera como afectados de un fraude nos levantamos para ir a presentar una demanda, que poca….tenemos.

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El Abogado de Neoskin habla para la televisión en Info7 en Monterrey, seguramente te darán más ganas de demandar a esta empresa fraudulenta, te lo recomendamos.

¿Después de ver estos vídeos, no te dan ganas de demandarlos?

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Carmen Aristegui en CNN con Capitán Alejandro Nava y Capitán Ángel Iturbe Strop, hablan sobre el informe presentando por Luis Téllez el día 14 de noviembre.

Luis Téllez sostiene que fue la turbulencia y la falte de impericia de los pilotos, desorientación.

Los especialistas no pueden afirmar quien es el piloto o el copiloto, ya que las pruebas no lo demuestran.  El Capitán Ángel Iturbe Strop no esta de acuerdo con la acusación de la impericia de los pilotos.


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■ Imprudente, hacer juicio sumario contra la tripulación, señala el gremio

La transcripción del diálogo entre el piloto y el copilo del Learjet de Gobernación que se estrelló el pasado día 4, exime de toda responsabilidad al controlador aéreo que atendió el vuelo y confirma que autoridades de la dependencia también tuvieron responsabilidad, debido a que contrataron una empresa externa que no les garantizaba experiencia ni control sobre su personal, dijo ayer el gremio de los controladores aéreos.

Luego de que funcionarios de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) presentaron ayer los últimos avances de las indagatorias sobre el percance aéreo en que fallecieron Juan Camilo Mouriño, ex secretario de Gobernación; algunos de sus colaboradores y cuatro personas en tierra, la Asociación Sindical de Pilotos Aviadores consideró que “no es prudente hacer un juicio sumario y colgar toda la responsabilidad al piloto”, debido a que aún no concluyen las investigaciones del desplome.

En entrevista, el capitán Leonardo Sánchez, secretario de prensa de la ASPA, reconoció que lo revelado por la grabadora de voz de la aeronave confirma que hubo aspectos de los tripulantes que “dejaron mucho que desear”.

Sobre el tema, el secretario de trabajo y conflictos del Sindicato Nacional de Controladores de Tránsito Aéreo, Ángel Iturbe, expuso que con base en el reporte de la transcripción de la National Transportation Safety Board (NTSB), hay una “deficiencia” que cometieron los tripulantes del Learjet 45, como que no hayan operado conforme a procedimiento la “lista de vuelo” de cada fase cuando están próximos a aterrizar.

“Es manifiesto porque el capitán le está preguntando al piloto detalles de la aviación que, por cuestión normativa, él debería conocer perfectamente. No están utilizando las listas, cosa que te hace pensar que se trató de una tripulación que no estaba completamente familiarizada con los procedimientos”, sostuvo.

En entrevista, explicó que hubo desconocimiento y desacato a las indicaciones básicas de cada fase de vuelo. “Para operar una aeronave se necesita llevar en la mano las listas donde vienen todos los procedimientos, donde viene paso por paso lo que tienen que hacer en cada fase de vuelo ; no se deja nada a la memoria”.

Con base en lo presentado, “no hay evidencia de que lo hayan hecho así, porque nunca hablan de ‘dame la lista de aproximación’, o que el otro se la diera. Hay una conversación muy informal, como si estuvieran operando otra cosa, no un avión”, acotó el vocero de los controladores.

Leonardo Sánchez admitió que “hubo una reacción tardía para una reducción de velocidad a que se había instruido” al piloto, quien lo hizo un minuto 12 segundos después de la orden; apuntó además que el “lenguaje utilizado no es el aeronáutico que empleamos para la conducción de un vuelo”.

http://www.jornada.unam.mx/2008/11/15/index.php?section=politica&article=006n3pol

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HANNAH JONES

HANNAH JONES

Los adolescentes no suelen ser oídos en cuestiones menores de su propia vida, pero su madurez puede crecer hasta ser capaces de decidir, por ejemplo, sobre su muerte. ¿Contradicción? Los psicólogos creen que, sometidos a una situación de dureza, son ampliamente capaces de adoptar una decisión adulta. Y la ley les da la razón.

Las imágenes de Hannah Jones, de 13 años, rodeada de peluches en su habitación y dando explicaciones de los motivos por los que prefiere morir rodeada de los suyos a someterse a un trasplante de corazón de eficacia dudosa, se colaron el miércoles pasado en las casas de medio mundo a través de los informativos. «Hay demasiados riesgos. Podría no salir bien y quedarme peor de lo que estoy ahora», explicaba con asombroso aplomo. «Además, los médicos no pueden asegurar de forma científica que si acepto el trasplante me curaré», añadía mirando a la cámara con su cara pecosa.

La cuestión habría estado fuera de toda discusión si se hubiera tratado de un adulto. El Convenio del Consejo de Europa de Derechos Humanos y Biomedicina de 1997, con rango de ley en todos los países miembros, establece con claridad que cualquier paciente puede rechazar el tratamiento propuesto por los médicos sin necesidad de justificar su decisión. Es una opción que entra dentro de la autonomía de cada persona y que se puede llevar al extremo, siempre que, evidentemente, se esté en plenitud de facultades mentales.

¿Qué sucede cuando se trata de un menor? El rechazo de pacientes a someterse a un trasplante «ha ocurrido y ocurre con cierta frecuencia en España», según el director general de la Organización Nacional de Trasplantes, Rafael Matesanz, pero no hay referencias de ningún adolescente. Tampoco recuerda Marcelo Palacios, presidente del Comité Científico de la Sociedad Española de Bioética, episodios similares en el extranjero. A Hannah, enferma del corazón debido al arsenal terapéutico que se le ha administrado durante los ocho años que lleva combatiendo una leucemia, se le ha respetado su voluntad al considerarse que tiene la madurez suficiente para tomar decisiones que afecten a su enfermedad y su vida. Ésta es la cuestión: determinar hasta qué punto un menor tiene criterio para que su opinión sea considerada.

Sin ser exactamente igual a lo sucedido con la adolescente inglesa, España tuvo su propio caso Hannah. Fue en 1994 y su protagonista se llamaba Marcos Alegre Vallés, un chaval que vivía en la localidad de Ballobar (Huesca). Existen puntos en común entre ambos: los dos tenían 13 años y padecían una leucemia. Sin embargo, también hay importantes diferencias: Marcos era testigo de Jehová, razón por la cual se resistió a ser transfundido, y su caso no sólo llegó a los tribunales, sino que acabó en el Constitucional.

El origen de todo estuvo en la caída en bicicleta del chico mientras paseaba por su pueblo. Como consecuencia del accidente sufrió una hemorragia nasal que alertó a sus padres. Tras someterlo a distintas pruebas se le diagnosticó una leucemia y se le prescribió una transfusión, momento en el que comenzaron los problemas ya que su religión prohíbe esta práctica tajantemente.

Ante la negativa de los padres, los médicos del hospital Arnau de Vilanova de Lleida pidieron amparo judicial para combatir la anemia de Marcos. Sus progenitores acataron la decisión, pero no el chaval. Rechazó la transfusión «con auténtico terror, reaccionando agitada y violentamente en estado de gran excitación», según relataron los médicos, que prefirieron no seguir adelante ante el riesgo de empeorar su estado y provocar una hemorragia cerebral. La salud de Marcos se fue agravando progresivamente hasta caer en estado de coma. Tras una nueva autorización judicial, finalmente fue transfundido, pero la sangre llegó demasiado tarde. Falleció poco después.

Después de un largo recorrido por los tribunales, el Constitucional se pronunció sobre el caso en 2002. Por un lado, anuló una condena del Supremo de dos años contra los padres por no haber convencido a su hijo de que aceptara el tratamiento. Pero lo más relevante fue que los magistrados apreciaron que el chico tenía derecho a oponerse al acto médico.

Marcos, según la sentencia, «expresó con claridad», en ejercicio de su libertad religiosa, una voluntad que consistía en no aceptar transfusiones de sangre. Y le reconoció juicio suficiente para actuar de esta forma. O, en palabras de Yolanda Gómez Sánchez, catedrática de Derecho Constitucional de la UNED y especialista en biomedicina y derechos humanos, el sentido del dictamen era que «toda persona tiene derecho a la autonomía personal y a decidir sobre su propia realidad física». También los menores, si tienen el suficiente criterio.

Esta tesis entronca, por un lado, con la Convención sobre los Derechos del Niño aprobada por las Naciones Unidas en 1989, que en su artículo 12 conmina a los Estados firmantes a garantizar al niño «el derecho a expresar su opinión libremente en los asuntos que le afectan, teniéndose en cuenta sus opiniones en función de la edad y la madurez». Por otro lado, enlaza con el Convenio de 1997 y toda la normativa emanada de esta directiva europea, que cada vez da más peso a la opinión del menor respecto al tratamiento que se le ha de administrar. Pero, además, la sentencia se adelantó a la ley española 41/2002 de Autonomía del Paciente, que consagra estos conceptos y se publicó meses después.

Primero, en su artículo 2.4, que reconoce a todo paciente «el derecho a decidir libremente, después de la decisión adecuada, entre las opciones clínicas disponibles». Y, más adelante, en el apartado del consentimiento informado, otorgando voz a los menores en función de su madurez. Por debajo de los 12 años, la ley no presume capacidad de elección. La decisión es de sus padres o tutores, «aunque habría que preguntar a los niños, no porque sea relevante jurídicamente su postura, sino para que los padres la tengan en cuenta», en opinión de Yolanda Gómez. A partir de los 16 años, la opinión que prevalece es la del menor, aunque sus padres tengan la patria potestad. «Sería muy extraño que un juez le diera la razón a sus padres a estas edades. La madurez es total; los menores tienen incluso responsabilidad penal», apunta esta jurista.

Pero entre los 12 y los 16 años, edades entre las que se encuentra Hannah y en las que estaba Marcos, la cosa se complica. En estas edades, la ley dice que el consentimiento lo dará el representante legal del menor «después de haber escuchado su opinión si tiene 12 años». La decisión es de los padres, pero existe la obligación de escuchar a los hijos y de valorar su capacidad de juicio.

Una vez más, y pese a que la ley acota las edades -algo que no hace la declaración de la ONU- todo pivota sobre la madurez. Pero, ¿cómo se mide esta facultad? Para Sabel Gabaldón, jefe de psiquiatría del hospital infantil Sant Joan de Déu de Barcelona, no hay madurez, sino madureces. «Hay que preguntarse para qué tiene juicio un niño. Quizás pueda decidir sobre un tratamiento médico concreto del que tenga conocimiento y vivencias suficientes, pero no sobre otras facetas de su vida, la sexualidad por ejemplo. O incluso carecer de criterio para decidir sobre otras cuestiones sanitarias», apunta Gabaldón, que también coordina el comité ético de su centro.

A la hora de evaluar la madurez, María Victoria del Barrio, profesora del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la Facultad de Psicología de la UNED, se fija sobre todo en tres aspectos. El dominio de las emociones, la actitud a la hora de plantearse y resolver problemas y la capacidad de reconocer sus errores. Esta investigadora sobre emociones infantiles sostiene que, en general, la mayoría de los niños entre 12 y 16 años son inmaduros. «Viven entre algodones, protegidos por sus padres, no aceptan la más mínima contrariedad». A Sabel, que no comparte esta generalización, lo que más le interesa es determinar hasta qué punto el chaval es capaz de asimilar la información que se le transmite, si la puede manejar racionalmente y puede anticiparse a los riesgos o beneficios que se derivan de ella.

Si en este rango de edad, entre 12 y 16 años, la opinión del menor y los padres coincide, no hay ningún problema. Es lo que ha sucedido con la adolescente inglesa y la postura que ha prevalecido, a pesar de las resistencias que encontró en los facultativos. Si no están de acuerdo, «a pesar de que la ley no indica nada, los médicos suelen acudir al juez», comenta Yolanda Gómez, que hasta el 31 de diciembre pasado perteneció al Comité Internacional de Bioética de la Unesco. «Lo normal es que lo hagan ad cautelam, es decir, que para guardarse las espaldas trasladen este tema al comité ético del hospital y que éste o la administración sanitaria autonómica lo eleve a los tribunales», explica.

No todos los juristas comparten totalmente estos planteamientos. El jesuita Carlos Romeo Casabona, director de la cátedra de Derecho y Genoma Humano de la Universidad del País Vasco y Deusto no pone ninguna objeción a que los testigos de Jehová rechacen transfusiones a partir de los 18 años. Sin embargo, por debajo de esta edad tiene sus dudas. «Si los padres se niegan, el juez debe ordenar a los médicos que transfundan al menor cuando ellos lo consideren necesario».

Romeo Casabona es consciente de que este planteamiento choca de lleno con la sentencia del Tribunal Constitucional, que no comparte: «A los 13 años no se puede reconocer la suficiente madurez para tomar una decisión vital», sostiene.

Hannah se ha negado a recibir un tratamiento que, en el mejor de los casos, puede prolongar su vida, pero que no va a curar su leucemia. Cuestión muy distinta es si hubiera solicitado acabar con su vida. En España, la eutanasia está prohibida, aunque el ministro de Sanidad, Bernat Soria, ha anunciado su intención de revisarla esta misma legislatura.

Holanda (2000) y Bélgica (2002) son los únicos países europeos que han autorizado la eutanasia. El suicidio asistido está permitido en Suiza, gracias a un vacío legal. Dentro del concepto cada vez más extendido de considerar a los menores como sujetos de derechos en la medida de su capacidad y a pesar de estar diseñada para la población adulta, la ley holandesa de la eutanasia incluye a la población que aún no ha cumplido los 18 años. Entre los 12 y los 16 años, los niños enfermos que lo soliciten están a expensas de lo que decidan sus padres. Entre los 16 y los 17, lo relevante es la decisión del paciente y la opinión de los progenitores se tiene en cuenta.

En Bélgica, después de que hace cuatro años se desechara esta opción, los liberales flamencos han vuelto a la carga. En junio plantearon de nuevo bajar de los 18 a los 16 años el límite legal exigido para acogerse a esta práctica de forma autónoma. Por debajo de este listón, la última palabra la tendrían los padres.

El pacto final

La Ley de Autonomía del Paciente también ampara las decisiones de los menores que padecen una enfermedad mortal y se asoman al tramo final de sus vidas. «No hay ninguna diferencia si se trata de un niño terminal consciente de que le quedan cinco semanas de vida, con un tumor que le puede provocar problemas de respiración y desea estar sedado antes de sufrir ahogos», comenta Yolanda Gómez, vocal del Comité de Bioética de España.

Lo que sucede en estos casos es que la información suele llegar a estos chavales con cuentagotas, ya que muchos de los padres, con la mejor intención, hacen de cortafuegos, como apunta Joaquín Gascón, enfermero de la unidad de cuidados paliativos pediátricos del hospital Sant Joan de Déu de Barcelona.

Gascón recuerda el caso de una adolescente de 17 años con osteosarcoma (cáncer de huesos) a quien sus padres no ocultaron la gravedad de su estado. Ella misma se dirigió al equipo médico para pactar las condiciones de la sedación «en el momento y el grado» que ella quiso. Así sucedió y, poco antes de perder la conciencia, llamó a médicos y enfermeros para agradecérselo.

«Ésta sería la situación ideal; hay una despedida consciente de toda la familia, se evita la conspiración del silencio, los fantasmas, e incluso los pacientes se deprimen menos», relata este enfermero con 15 años de experiencia en los cuidados paliativos. «Es lo mejor, pero es muy difícil», concluye.

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Inmaduros/vida/maduros/muerte/elpepusoc/20081115elpepisoc_1/Tes

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Si Gobernación no es objeto de un rediseño estructural, van a sobrar experiencia y habilidad de su titular. Como está, ese olmo no va a dar peras

Fernando Gómez Mont tomó las riendas de una Secretaría que pide a gritos una cirugía mayor para reformular su función. Si esa operación no se realiza, resultarán irrelevantes las virtudes o los vicios del nuevo titular.

Gobernación ha venido sufriendo un debilitamiento estructural y coyuntural desde hace 30 años, arrancó en el salinismo y se acendró durante el foxismo. Si el Presidente Felipe Calderón no advierte esa realidad y decide rediseñarla, podría estarle pidiendo peras… a Fernando Gómez Mont.

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Por buenas y por malas razones, Gobernación ya no gravita como antes en la administración de la política y de la seguridad nacional y pública.

Esa dependencia perdió facultades legales, funciones políticas, así como múltiples resortes de poder y, sin embargo, en la mitología de la burocracia, nada ha ocurrido en Bucareli durante las últimas tres décadas. Las mismas tareas que el Presidente Felipe Calderón le encomendó al Secretario Gómez Mont dejan entrever que el Mandatario comparte la ilusión de que esa dependencia es la que fue. El Jefe del Ejecutivo instruyó al nuevo Secretario a atender fundamentalmente dos tareas: fortalecer por la vía del diálogo las relaciones con los otros poderes de la Unión, con las otras fuerzas políticas y con los gobiernos estatales, así como a asegurar el cumplimiento al Acuerdo Nacional por la Seguridad la Justicia y la Legalidad.

Lo responsabilizó de eso pero no le ofreció allegarle los instrumentos, las facultades y las funciones requeridas y ni siquiera lo distinguió como un funcionario non entre los pares de su Gabinete. Como sus antecesores, el Mandatario pasó por alto el debilitamiento que afecta de más en más a Gobernación, dejando recaer en el talento y el arte de su titular la posibilidad de cumplir con la encomienda.

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En todo esto, algo de parecido hay entre las administraciones de Carlos Salinas de Gortari y de Felipe Calderón.

Afectados ambos Mandatarios por la falta de legitimidad y, naturalmente, por la necesidad de consolidarse en el poder repartieron el Gabinete entre grupos y corrientes que pudieran fortalecerlos, integrando en paralelo equipos de trabajo que les garantizaran lealtad y cierto control sobre los resortes del poder.

El mismo Juan Camilo Mouriño gozaba de mayor poder como jefe de la Oficina de la Presidencia que como Secretario de Gobernación, mientras que con la titularidad formal de la dependencia se pagaban a Francisco Ramírez Acuña los servicios prestados antes y durante la campaña presidencial. A nadie escapa cómo el mismo protocolo y ceremonial oficial privilegiaban al jefe de la oficina presidencial por encima del Secretario de Estado.

La misma experiencia que Ramírez Acuña, la vivió Fernando Gutiérrez Barrios con Carlos Salinas, que privilegiaba a José María Córdoba por encima de él. Obviamente, las tablas del veracruzano marcaban la diferencia frente al jalisciense que siempre lució como un funcionario de ornato.

A esa práctica política, dictada por la circunstancia de esos mandatarios, se sumaron recortes estructurales a Gobernación. La falta de credibilidad y de legitimidad llevó a Carlos Salinas a crear instituciones que le significaron a la dependencia una pérdida constante de poder. Una pérdida, conviene aclarar, que en más de un caso resultó saludable. La creación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y del Instituto Federal Electoral dejó a esa dependencia sin instrumentos, recursos y resortes de poder importantes. El error no derivó del recorte de esas funciones como de la desconsideración de sus efectos colaterales sobre Gobernación y, desde luego, de la negligencia de no rediseñar esa institución para redefinir su rol.

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Asiste la razón a Manuel Bartlett cuando presume haber sido el último Secretario de Gobernación de seis años.

Efectivamente, a partir del salinismo el consumo de Secretarios de Gobernación ha sido impresionante. De a tiro por coyuntura, Carlos Salinas de Gortari tuvo por secretarios al ya mencionado Fernando Gutiérrez Barrios, al cavernícola Patrocinio González Garrido y al constitucionalista Jorge Carpizo. Luego, Ernesto Zedillo rompió récord en el número de secretarios que tuvo, encabezaron la dependencia: Esteban Moctezuma, Emilio Chuayffet, Francisco Labastida y Diódoro Carrasco. Y, a su vez, Vicente Fox tuvo dos: Santiago Creel y Carlos Abascal.

Tal consumo de cuadros políticos deja entrever que más allá de las capacidades y discapacidades de sus titulares, la dependencia arrastra desde hace años -además de vicios coyunturales- problemas de índole estructural.

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Debilitada desde el salinismo, Gobernación recibió un duro golpe durante el foxismo.

Santiago Creel la convirtió en su plataforma personal de lanzamiento mientras Eduardo Medina Mora desmanteló los servicios de inteligencia y, en el colmo de la falta de planeación, Vicente Fox tuvo la ocurrencia de inventar la Secretaría de Seguridad Pública dejando Gobernación sin estructura muscular ni cerebro.

Un detalle. En 2004, la salida de Alejandro Gertz de la Secretaría de Seguridad Pública le dio a Vicente Fox la oportunidad de devolver a Gobernación la responsabilidad de la seguridad nacional y pública federal restituyéndole las funciones absorbidas por la SSP. Esa oportunidad volvió a desperdiciarla en 2005, cuando el fatal accidente de Ramón Martín Huerta, que encabezaba la Secretaría de Seguridad Pública, volvió a abrir la posibilidad.

Una y otra vez el foxismo desconsideró desaparecer la Secretaría de Seguridad Pública y, desde luego, diseñar la Secretaría de Gobernación que exigía la transición.

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Hoy, lamentablemente, una nueva tragedia coloca al Presidente Felipe Calderón ante la oportunidad de rediseñar la Secretaría de Gobernación y de desaparecer la Secretaría de Seguridad Pública que, a ojos vista, no acaba de consolidarse. Pero, por lo visto, se eludirá una vez más el problema.

Por atender lo urgente, se está dejando de lado lo importante. De nuevo se está fincando en el hombre, en este caso el Secretario Gómez Mont, la posibilidad de trabajar con una institución que a todas luces no da más en su condición actual.

Encargarle al Secretario de Gobernación tender puentes con las distintas instancias políticas sin contar con instrumentos y garantizar la seguridad nacional y pública sin contar con un auténtico centro de inteligencia ni el brazo técnico, como lo es la Policía federal, pone en duda la recompostura de la política y de la seguridad nacional y pública.

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Si en el horizonte presidencial no aparece la urgencia de realizar una cirugía mayor a Gobernación, probablemente el primer deber del Secretario Gómez Mont debería ser ése: plantear el rediseño de la dependencia y del gabinete de seguridad.

De otro modo, el retorno de Gómez Mont a la palestra va a ser mucho más efímero de lo que él mismo supone. Importa el destino personal del funcionario pero más importa un peligro inminente: que la compleja situación política, económica y social, condimentada con el concurso electoral, se transforme en un problema de gobernabilidad.

Pueden el Presidente de la República y el Secretario de Gobernación eludir el asunto, no la realidad. La cosa está en saber cómo y con qué la van a encarar

http://www.elnorte.com/editoriales/nacional/459/916665/

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