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Archive for 16 de diciembre de 2014

Jesús Silva-Herzog Márquez

El deber de oponerse

lunes, 15 de diciembre de 2014

 

De nada serviría una disculpa del presidente. Discrepo de la petición de Enrique Krauze en el New York Times. El Presidente Peña Nieto no debe pedir perdón, debe rendir cuentas. Nada aportaría que el maniquí se mostrara repentinamente humano. Lo que importa es que se echen a andar los mecanismos de control democrático. Ya conocemos el espectáculo de la contrición pública de un presidente. En 1982 vimos llorar a José López Portillo y pedirle perdón a los pobres por no haber podido rescatarlos. No fue ningún brote de liderazgo sensible, fue el último desplante de la frivolidad: apelar a la clemencia por vía del sentimentalismo. ¿En algo ayudaría la reedición del patetismo?Me temo que ésta no es ya la hora del presidente. Lo importante en este momento ya no es lo que haga el Ejecutivo sino lo que deben hacer sus oposiciones. La crisis le abrió brevemente una puerta al Presidente que él mismo cerró con una serie de propuestas que no atienden la naturaleza ni la profundidad de la crisis. En algún sentido, fue el propio presidente quien se descartó al colocar en cancha ajena la respuesta a la emergencia. La salida a la crisis no está en el Poder Ejecutivo sino en los contrapoderes: en las oposiciones y en el Congreso. A estas piezas cruciales de la maquinaria democrática corresponde actuar para encauzar una salida.

Pensar que la solución de la crisis de legitimidad del régimen (insisto que en esas aguas nos ahogamos) es un golpe de timón desde Los Pinos es suspirar por un tiempo que no debe regresar. La oportunidad que tenemos en frente es dar vida finalmente a los dispositivos del control democrático. Porque es un mandato de los electores y un imperativo constitucional se trata de un deber, no de una elección. El Congreso no puede seguir rehuyendo su responsabilidad de actuar como vigilante del Ejecutivo. Las oposiciones no pueden seguir negando la instrucción de sus electores.

Recordemos que los votantes conformaron en julio del 2012 una asamblea cautelosa. Si los electores respaldaron el retorno del PRI a la presidencia de la república, lo hicieron con reservas. Lejos de obsequiarle mayoría al partido de Peña Nieto, decidieron preservar a la Legislatura como contrapeso. Acatar la decisión electoral implica actuar de esa manera, como contrapoder, no para bloquear sistemáticamente las iniciativas del presidente sino vigilarlo, para denunciarlo, para sonar las alarmas cuando aparece la transgresión del poder. En estos momentos, le corresponde investigar su conducta y el probable conflicto de interés en el que incurrieron tanto el presidente como su ministro de finanzas. Lo más lamentable de esta crisis ha sido el silencio de las oposiciones, su indisposición a serlo y a cumplir su responsabilidad democrática. Decía el politólogo Gianfranco Pasquino que uno de los deberes esenciales de toda oposición es “actuar conscientemente para permanecer como tal”: cumplir su papel de cuestionador, preservar distancia y autonomía, cuidarse de los peligros de la absorción. Es que a la democracia no le basta establecer el derecho a oponerse. Requiere también que la oposición cumpla el deber de oponerse. Sin una oposición activa, responsable y exigente, la democracia es una farsa. La única manera en que la crisis puede servir al asentamiento de un pluralismo democrático es a través de la afirmación institucional de la oposición. Hay, sí, oposición en la calle y en la plaza, en la indignación y en la rabia de las movilizaciones, en las consignas y las mantas. Pero la oposición está ausente en el Congreso y calla en los partidos. Debe hacerse presente y actuar como tal.

Más que lo haga el presidente, lo importante es lo que decidan hoy las oposiciones. Su responsabilidad no es presentar simplemente una alternativa abstracta al gobierno sino mostrar el camino para una política distinta, un régimen donde la corrupción, finalmente, encuentre tope.

 

 

http://criteriohidalgo.com//notas.asp?id=282381

 

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La corrupción: el punto ciego de nuestra clase política

No lo ven, o dicen no verlo. ¿Conflicto de interés? ¿De qué hablan? Todo es legal y es más, tanta insistencia con eso de las casas y el grupo Higa ya los tiene molestos, se les ve incluso indignados.

Como si viviéramos en mundos distintos. Para algunos —entre ellos hombres inteligentes y bien formados— es normal y ético que un empresario contratista del gobierno en el que han trabajado les facilite créditos, compre por ellos terrenos o les construya sus casas. No le ven problema. Tan no se lo ven, o no lo vieron, que nadie objetó en el equipo del presidente que su esposa participara posando en varias sesiones de fotografías en la casa que estaba a nombre del ahora famoso contratista. Tan no lo ven, que siguen dando explicaciones inverosímiles que los dejan quizá protegidos frente a la ley pero expuestos ante la opinión de expertos y de no expertos en la materia, mexicanos y extranjeros. Una ley, dicho sea de paso, que nadie parece muy interesado en hacer valer. Los partidos de oposición ni siquiera se han molestado en crear una comisión que analice si las explicaciones dadas tienen sustento: si hubo contratos firmados, si se hicieron los pagos, si los adeudos se saldaron con dinero previamente declarado.

Pero la prueba más contundente de que la clase política mexicana no ve —o prefiere no ver— el peso que las prácticas desaseadas, poco transparentes o francamente corruptas están teniendo en el descredito del sistema político en su conjunto es que dieron por terminado el periodo ordinario de sesiones en el Congreso sin antes aprobar el sistema nacional anticorrupción que propuso el PAN y que respaldaron más de 20 organizaciones de la sociedad civil.

Como si fueran inmunes a la exasperación de gran parte de la sociedad que exige con razón que se transparenten los bienes de los funcionarios y se garantice el uso apropiado de los recursos públicos. Es la legitimidad del sistema lo que está en juego, pero no lo ven. No ven que el nuevo mantra de la sociedad —como en otro tiempo fue la exigencia de elecciones libres— es que se termine con la corrupción y con la impunidad que la ha prohijado. Varias generaciones pelearon porque los votos contaran y se contaran bien, hoy parece nacer una exigencia absoluta, única como aquella, que se acabe de una vez con los desfalcos, los despilfarros y los abusos de una clase política hija, paradójicamente, de la democracia y del respeto al voto.

Pero en lugar de rápidamente sacudirse el estigma y votar una ley bienvenida por tantos, los diputados del PRI, del PRD, del PVEM y del Panal pretenden desafanarse de la exigencia pública de transparencia y rendición de cuentas con chicanas legislativas. Cuando todo parecía indicar que la iniciativa del PAN contaba con la mayoría porque el mismo presidente había respaldado públicamente el sistema nacional anticorrupción, apareció en la comisión de puntos constitucionales un texto del que nadie asume paternidad y que retomando los mismos términos pero tergiversando la intención de la propuesta original dejaba a la cabeza del sistema anticorrupción al presidente de la República y a los gobernadores. —Una burla— así la calificaron los que saben de esto. Y los priistas salieron sin pudor a declarar que ellos estaban dispuestísimos a votar el sistema nacional anticorrupción cuanto antes, claro el del texto huérfano de autores, pero que eran los panistas los que se negaban “por intereses electorales inconfesables”.

Total que nadie votó nada y se fueron de vacaciones. No reaccionaron a pesar del deteriorado ambiente de las últimas semanas. No lo vieron y no lo oyen. La resistencia al cambio es síntoma de su ceguera y de sus intereses. ¿Creerán que se puede seguir como hasta ahora? ¿Qué dos semanas de vacaciones apaciguaran los ánimos y se olvidará el agravio?

Lo dudo. Están jugando con fuego.

 twitter: @denise_maerker

 

http://periodicocorreo.com.mx/atando-cabos-16-diciembre-2014/

 

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Diez partidos y sólo dos opciones políticas

 

En los Congresos, federal y estatales, sólo hay dos opciones a la hora de votar: a favor o en contra. Las abstenciones tendrán consecuencias tácticas a favor o en contra según circunstancias.

Una abstención puede impedir completar la mayoría calificada de dos tercios: en ese caso actuará en contra; o puede simplemente consentir una mayoría sin comprometerse individualmente: actuará a favor en esa ocasión.

En México tenemos siete partidos con registro nacional hasta 2013 y otros tres partidos de reciente registro nacional, que deberán acudir solos a las elecciones de 2015 para confirmar su registro legal.

Cuando lleguen sus legisladores electos al Congreso votarán a favor o en contra: o confirmarán y ahondarán las decisiones que nos han hundido en este marasmo nacional con los votos concertados del PRI-PAN y demás desde 1989; o se expresarán en contra de ese proyecto “transformador” de Enrique Peña Nieto y estarán por el proyecto alternativo de nación, que en realidad no es más que la puesta al día del proyecto nacional revolucionario de 1917, hoy todavía inconcluso (con la mitad de los mexicanos excluidos).

Los ciudadanos debemos tomar con extrema cautela el llamado a no votar en las próximas elecciones. La propuesta se nos presenta como reacción a la rabia profunda que compartimos hoy la mayoría de los ciudadanos ante las consecuencias catastróficas a que nos han llevado como nación las políticas públicas de origen federal  que se vienen aplicando por más de tres decenios.

Pero es de trascendencia nacional que ponderemos con extrema atención las consecuencias tácticas que tendría el simple desahogo de nuestra rabia como ciudadanos, absteniéndonos de votar.

Puede sonar muy hermoso, hasta romántico, imaginar estilo Saramago una jornada electoral con casillas totalmente vacías, sin un solo elector que se arrime. Hermosísimo. El poder ciudadano gritando sin violencia, pacíficamente, sin ruido: “Que se vayan todos”.

Ese caso no ocurrirá. Somos un país plural; y así debemos respetarnos. Con un 5 por ciento que acudiera a votar, se daría respaldo legal a esa elección. El “Estado de derecho” se impondría, aun cuando la legitimidad se haya derrumbado.

Tenemos el caso de las pasadas elecciones en Estados Unidos de América. También tenemos numerosos ejemplos históricos en México. La abstención sólo favorece a los que legalmente detentan el poder. De hecho, la abstención es una autorización implícita para que sigan.

Por otro lado, ante el severo deterioro de los partidos con registro anterior (los que han compartido el poder, con pacto o sin él) los ciudadanos tienen legalmente tres nuevas opciones partidarias. Cada uno, delante de su conciencia, deberá medir qué oportunidad está dispuesto a ofrecer; o si decide por el repudio total.

El derrumbe de la legitimidad puede conducir a una crisis política de manifiesta ingobernabilidad, que a su vez conduzca a la regeneración de la vida nacional. Pero para lograr el derrumbe de la legalidad de manera pacífica, se requiere una  organización ciudadana total, dispuesta a paralizar la vida normal hasta lograr la caída de las podridas instituciones.

De los tres partidos que han obtenido registro reciente ante el INE, uno de ellos ha demostrado como movimiento un apoyo electoral, en dos ocasiones, cercano a la mayoría legal.

Como es sabido, también pesa sobre él una importante franja de rechazo ciudadano, a partir de la campaña ilegal (que quedó impune) promovida por líderes empresariales delincuentes como Barraza o Claudio X González, y orquestada por el extranjero (igualmente delincuente) Antonio Solá (que además recibió como castigo la nacionalidad mexicana de parte de Felipe Calderón al inicio de su funesto sexenio).

Lo importante a subrayar en este caso es que la alternancia partidaria no ha significado democracia para los mexicanos. Por lo contrario, con PRI-PAN-PRI llevamos ya más de 30 años en que se nos ha llenado el país de cientos de miles de armas de alto poder, hemos reunido decenas de miles de homicidios y de desapariciones sin aclarar y además impunes; la masa salarial se ha reducido a menos de la mitad y se nos ha hundido el mercado interno; irresponsablemente hemos desmantelado la seguridad alimentaria de la nación y la producción propia de fertilizantes; dependemos del exterior para el combustible del parque vehicular nacional; no abatimos la mortalidad infantil; el salario mínimo es el último del continente; se sigue restringiendo el acceso a la enseñanza pública gratuita; tenemos dos tercios de los mexicanos sin protección de la seguridad social.

Electores mexicanos: o se vota a favor, o se vota en contra. La ignorancia es parte fundamental de la opresión secular.

 

http://www.milenio.com/firmas/esteban_garaiz/partidos-solo-opciones-politicas_18_428537212.html

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