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El rector al descubierto: “Soy más alegre, he dejado de ser solemne”

En entrevista con EL UNIVERSAL, el Dr. José Narro Robles habla sin solemnidad de su pasado

Domingo 26 de septiembre de 2010 Jazmín Alessandrini | El Universal

Hacía mucho tiempo que me había puesto como reto el poder entrevistar al Dr. José Narro Robles, cuando logre la cita para poder platicar con él, me imaginé que sería una de las entrevistas más serias y que me costaría bastante trabajo plantear ciertas preguntas dentro de mi estilo, pero cuál sería mi sorpresa, que me encontré con un hombre abierto, con gran sentido del humor, esto amén de su brillantez de la que me había percatado cada vez que lo escucho participar en algún foro.

Y qué buena oportunidad de entrevistarlo las vísperas del Centenario de la UNAM.

¿Cómo fue el niño José Narro?

Creo que un niño normal, tal vez con algunos rasgos de responsabilidad exacerbados. Fui el mayor de ocho y me gusto tener responsabilidades para con mis otros hermanos, fui un niño al que le gustaba participar en deportes, leer, pero sobre todo pensar e imaginar cosas.

¿Qué se imaginaba?

Mis amigos y yo gozábamos con recrear cosas que veíamos o leíamos. Recuerdo muy bien que de niño vimos una película, era la primera versión de Viaje al centro de la Tierra. Nos encantaba imaginar, crear, pensar que un viaje así sería algo que nosotros pudiéramos hacer, ¿qué pasaba en el centro de la Tierra?, ¿había fuego?… Era una cosa de pensar no nada más en lo individual sino en lo colectivo.

¿Deporte favorito?

Sí, me gustaba mucho el béisbol, sobre todo la posición de ser cátcher, quien tiene un papel interesante.

¿Cuál?

Mandar las señales, tienes que estar “a las vivas”, tener visión panorámica del campo y dirigir a tus compañeros.

¿Lo vestían de alguna forma que no le gustara?

¡Sí, cómo no! Como éramos muchos, a veces había que usar parches en las rodillas para que cuando uno jugara canicas no se desgastara tanto el pantalón.

No abundaban los recursos económicos, había que ser cuidadosos y, como un acto de prevención, mi mamá nos ponía los parches… ¡los parches! La verdad no me gustaba lucirlos.

¿Y a qué más jugaba, al yoyo, al balero?

Jugábamos de todo: yoyo, balero, canicas, aro… A mí me tocó una época en la que jugábamos mucho con el aro, con el trompo. Los juegos de la niñez de los años 50 eran mucho más creativos que los de ahora.

¿Fue un buen estudiante?

Honradamente, siempre fui buen estudiante. ¡Vaya!, a veces, visto retrospectivamente hasta digo, ¡qué aburrido! Casi siempre era elegido como jefe de grupo, y siempre fui el abanderado en la escolta en quinto y sexto año.

A ver, todos los chavos de esa época integraban grupos musicales, ¿usted no?

¡Sí, cómo no! Tocaba la batería, era malísimo y el grupo malísimo igual que yo, pero seguramente de ahí mi afición al rock and roll. Me encanta… Le puedo decir casi el día en que escuché por vez primera una canción de Los Beatles; la electricidad que me recorrió el cuerpo fue una experiencia fascinante.

¿Y cuándo fue ese gran descubrimiento?

La primera vez fue en una estación de radio, estaba ya en la preparatoria, en 1964. No los había descubierto antes y fue realmente espectacular.

¿Cómo se peinaba en esa época?

Me gustaba peinarme con un mechón cruzado como el torero que usaba el cabello largo en la frente que se llamaba Manuel Benítez el famosos Cordobés. También usé el cabello largo porque aunque no me lo crea, también tuve cabello.

¿Cómo se vestían?

Me tocó una época en la que la moda cambió mucho. Fue una época muy cambiante, los años 60, desde los pantalones de tubo hasta los acampanados o amplios… Desde los suéteres tipo César Costa. Ya en la preparatoria era algo más contestatario, por supuesto las camisas de colores estilo West Side Story y su influencia de camisas moradas, rosas, que no se usaban… camisas negras también, de ese tipo, y por supuesto, el cuello alto.

Joven inteligente…

Pues sí, la verdad no quisiera ser presuntuoso. No me costaba tanto trabajo, ponía mucha atención en el salón, hacía lo que tenía que hacer, cumplía con las tareas, me gustaba estudiar, averiguar. Era una época diferente a la que vivimos ahora. Había que buscar la información.

Pecado de juventud

Descubrí el amor tempranamente; el amor, el cariño y la amistad, pero no, ni siquiera fue un pecado de juventud porque fui un joven bastante consistente. No digo que no haya tenido pecados ni errores. Tal vez algunos, como llegar tarde a casa o cosas de ese tipo, ya cuando uno tenía autonomía, libertad.

¿Era muy atrevido?

No, no lo era.

Sin duda, aburrido.

¿A su juicio?… A juicio de algunas de mis amigas y de mi novia de entonces, no. (Risas)

¿Algún mal pensamiento?

Siempre buenos.

No, no, no. Tiene que haber tenido uno malo.

No, cuando uno descubre el amor, descubre muchas cosas…

¿Qué disfruta de la vida, lejos de ser el rector?

Hoy disfruto mucho a mis nietos, a mis hijos, a la familia, pero también la música. Me gusta todo: la clásica, el rock and roll, las baladas, los boleros.

Doctor, le va a parecer muy frívola la pregunta, pero ¿no haría falta una materia que se llamara clase de seducción?

Nunca lo había pensado. Uno debe saber seducir a los que están cerca de uno, que tiene que ver con muchas cosas. Uno no puede formar grupos de trabajo si no tiene esa capacidad de comprometer, y eso, en parte, tiene que ver con la seducción.

Para acercarse a otra persona, así sea para cortejar, para tener una relación sexual, se requiere la seducción. No lo había pensado, es un buen punto.

Nadie nos ha enseñado a amar.

Creo que ahí no se puede, tenemos que ser nosotros, no creo que se deba enseñar. Creo que en el momento en que pretendiéramos enseñar lo que es el amor, sería como querer, en su momento, lo que algunos científicos nos quieren transmitir, que es un asunto de hormonas, de biología. Prefiero pensar que es un asunto del corazón.

¿De dónde sale su espíritu tan jovial ahora que es usted el rector? ¿De dónde lo ha sacado?… Porque la gente cambia.

Tal vez, yo era más serio y solemne, y he dejado de serlo. No digo que antes no fuera como creía que debía serlo, pero sí era mucho más contenido. Hoy en día, me parece que la solemnidad es para los momentos solemnes, que son relativamente pocos en la vida, y que uno tiene que ser más alegre y transmitir con la gente esa alegría. Estoy en una etapa de la vida en la que me inyectan mucho los jóvenes. Sigo siendo profesor y aprendo de ellos.

Y tiene mucho sentido del humor…

¡Eso sí!, nunca he sido aburrido, yo ya le dije que mis amigas pensaban lo contrario, y en parte creo, porque soy un tipo a lo mejor aburrido, pero alegre.

¿En qué es impecable?

En mis principios.

¿Y la moral?…

La moral laica.

Intachable…

Quisiera ser.

Pulcro de mente…

Sí…

¿Cuáles son los momentos en su parte interior que más disfruta?

Los que estoy en casa.

¿Qué misterios le gustaría descifrar?

Si yo pudiera escoger uno, sería por qué los seres humanos no terminamos de comprometernos de verdad con nosotros mismos.

¿Qué olores le gustan?

Soy bastante simple en eso, me gustan más los frutales, por ejemplo la guayaba es un aroma fantástico, la guayaba… No hay perfume de guayaba.

¿Qué suceso de su vida ha sido inolvidable?

Los momentos con mi esposa los he vivido con mucha plenitud.

¿Cuál es su percepción sobre el sentido del honor?

El respeto a los principios que uno tiene y que esos principios sean compatibles con lo que uno quisiera con un hijo.

¿Cómo logra el equilibrio de su vida?

No, no lo tengo. Desequilibro mucho las cosas en favor del trabajo, yo recomiendo a la gente que sea más equilibrada en sus vidas, por lo que afecto a los demás.

El ser egresado de esta máxima casa de estudios tiene una mística muy especial, ¿cuál es?

Su gran sentido de identidad con un lema, con una porra, con los colores, con un equipo o con los equipos, con una historia, con una tradición, una trayectoria con una de las más extraordinarias instituciones que tiene México con ya cien años de vida.

http://www.eluniversal.com.mx/notas/711563.html

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