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Archive for the ‘Curiosidades’ Category

El narco adopta moda para darles “vida” a sus difuntos

Ahora los embalsaman y los colocan en vitrinas; esta nueva modalidad se suma a las costosas edificaciones que realizan en algunos panteones

Aurora Vega

CULIACÁN, 2 de noviembre.— El derroche que caracteriza a los capos mexicanos va anexando nuevas “modas”, pues a las excéntricas edificaciones que cuentan con clima artificial y hasta son adornadas con objetos valiosos, como joyas, piedras preciosas y armas en oro se suma la nueva modalidad del embalsame, para luego colocarlos en vitrinas, que los hace ver como si sólo estuviesen dormidos.

Esta excentricidad que se ha anexado a la narcocultura es una nueva forma de seguir manteniendo “vivos” a sus muertos, al reusarse a perderlos para siempre.

Ejemplo de ello es Sinaloa, en el panteón de Humaya, donde los muertos no sólo reposan en sus grandes residencias que han sido habilitadas con todas las comodidades, además de equipos altamente sofisticados para blindarlas de intrusos, delincuentes o curiosos.

El panteón Jardines de Humaya fue construido en 1966 en Culiacán, cuna de los principales narcos mexicanos, y es conocido porque ahí se encuentran las tumbas de capos como Arturo Beltrán Leyva, El Jefe de Jefes, e Ignacio Nacho Coronel, abatidos por militares en 2009 y 2010, respectivamente.

Beltrán y Coronel estuvieron en algún momento aliados en el cártel de Sinaloa, aunque eran enemigos al final de sus vidas.

Trabajadores del ayuntamiento de Culiacán revelaron que esta moda empezó con algunos narcotraficantes, principalmente con los familiares del capo Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto, moda que ha sido adoptada por más operados de cárteles.

En la actualidad, los operadores y jefes de plaza de distintas organizaciones criminales han edificado diversos mausoleos con diversas formas arquitectónicas, cuyos costos van de los dos hasta los diez millones de pesos, según revelaron funcionarios del ayuntamiento local.

Desde construcciones tipo barroco, algunas modernistas o estilo minimalistas, otras más con hierro forjado o aplicaciones churriguerescas, todo un complejo arquitectónico exuberante para seguir queriendo al que se fue. Dicho panteón es una muestra del poderío económico y territorial de los grupos delincuenciales.

Una muestra del sincretismo que se observa en el panteón Jardines de Humaya es la fusión de estatuas o imágenes religiosas de San Judas Tadeo, Jesús Malverde o la Santa Muerte, mismas que conforman el santoral venerado por el crimen organizado.

Los capos que están embalsamados son visitados mensual o bimestralmente por su “estilista”, quienes se encargan del corte de cabello, uñas y maquillaje, además de que les cambian la ropa para que sigan “conservando su entidad física”.

Estas edificaciones son realizadas como una muestra de amor hacia sus seres queridos, que en su mayoría han sido jóvenes que han perdido la vida en balaceras o enfrentamientos con grupos del crimen organizado o las Fuerzas Armadas.

Así, la mayoría de los operadores del narcotráfico visitan el panteón cuando menos una vez al mes, llevan grupos musicales de banda y muchas veces no importa que grupos antagónicos se encuentren en la zona, ya que el interior del panteón es un terreno neutral, donde se respeta el duelo y la fiesta.

En el interior de las tumbas también se han colocado diversos objetos que eran los “preferidos” de los que murieron, por lo que a la vista pueden apreciarse las armas que utilizaron cuando cayeron abatidos, desde metralletas AK-47 y los rifles R-15 o las réplicas en oro macizo de las “trocas” que tuvieron en su vida.

Grandes arreglos florales, edificaciones con costosos aparatos de sonido, de video y de televisión conforman una de las pequeñas partes que los visitantes gozan cuando visitan a sus muertos.

El misterio que rodea a los narcotraficantes en vida les sigue tras la muerte, pues mientras abundan los objetos de recuerdo en las tumbas, muchas permanecen sin fechas, nombres o epitafios.

La rivalidad delincuencial ha provocado la muerte de muchachos jóvenes, en su mayoría hombres de entre 22 y 35, muchos de ellos han fallecido desde 2008 a la fecha.

Derroche después de la muerte

Familiares de capos y jefes de plaza han construido residencias en panteones para rodear de comodidades a sus parientes.

El panteón Jardines de Humaya fue construido en 1966 en Culiacán, capital de Sinaloa, cuna de los principales narcotraficantes mexicanos, y es conocido porque ahí se encuentran las tumbas de capos como Arturo Beltrán Leyva, El Jefe de Jefes, e Ignacio Nacho Coronel, abatidos por militares en 2009 y 2010, respectivamente.

El mediano mausoleo de dos pisos de El Jefe de Jefes es modesto comparado con otros que miden hasta 250 metros cuadrados, con salas de estar, habitaciones con baño, aire acondicionado, estacionamientos, área de juego para niños y terraza de fiestas.

Muchas de las tumbas, que llegan a alcanzar hasta tres pisos de altura han sido diseñadas por prestigiados arquitectos, las cuales son visitadas periódicamente por familiares y amigos que llegan en camionetas de lujo.

Las visitas suelen convertirse en fiestas que terminan de madrugada y que son amenizadas por conocidos cantantes y grupos de música de banda.

La fama de Jardines de Humaya se inició en los años ochenta, cuando fue enterrado Lamberto Quintero, famoso traficante de mariguana y protagonista de uno de los primeros narcocorridos de la historia.

Aparte de las imágenes de santos y vírgenes, son comunes las fotografías de grandes dimensiones de personas que posan con armas y rifles de alto poder.

2012-11-02 10:33:00

http://www.excelsior.com.mx/index.php?m=nota&seccion=seccion-nacional&cat=1&id_nota=867595

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Ventaneando el bolso de las mujeres, investigación de Psyma y GDV-Groups

Cada vez más mujeres cargan en la bolsa algo para defenderse

Inspirado en un estudio similiar realizado en Estados Unidos, Javier Cervantes logró conocer el interior de 340 bolsos de las mexicanas, así como el valor estimativo que dan a este accesorio

Claudia Herrera Beltrán
Periódico La Jornada
Lunes 17 de septiembre de 2012, p. 47

Por su bolsa y sus pertenencias las conocerás. No importa si es original o pirata, más de la mitad de las mexicanas son chic, prefieren bolsos de diseñador o imitaciones; por los 24 objetos guardados en promedio se les puede clasificar como tech, cargan hasta el último cable de sus aparatos, o sensuales, no olvidan condón o juguete erótico y una minoría, pero creciente, guarda pistolita, cuchillo o un aerosol pimienta.

Ventaneando el bolso de las mujeres: Dime qué traes y te diré quién eres, investigación elaborada por Psyma y GDVGroups, dos empresas de estudios de opinión, reveló algo de la sicología y el poder económico de la mujer mexicana de 18 a 60 años por la bolsa que elige y lo que lleva en su interior.

Sin importar si son ricas, las mexicanas suelen tener nueve bolsas (aunque usen sólo una) a las que tienen en alta estima y les conceden alto valor. A algunas les da estatus, presencia, sex appeal, mejora su autoestima, a todas les facilita estar fuera de casa con lo necesario y muchas dicen buscar que combine con su ropa, aunque 90 por ciento de ellas elige una de color negro.

Javier Cervantes, investigador de mercado y académico de la Facultad de Contaduría y Administración de la Universidad Nacional Autónoma de México, logró lo que ninguna amiga y menos el marido, novio o hermano pueden hacer con las bolsas de 340 mujeres: saber qué llevaban adentro e incluso algunas mostraron esos secretos: desde cosméticos hasta biberones, y permitieron fotografiarla y filmarla.

Nos encontramos las historias más curiosas. Unas llevaban armas sencillas, como cuchillo o aerosol y alguna pistolita; otra, una lamparita de minero, por si se detenía el elevador, y algunas comida, por si permanecían escondidas unas horas, detalla Cervantes.

Lo común es encontrar adentro accesorios como anteojos, cartera o monedero (ocho de cada 10 bolsas), lo mismo que cosméticos u objetos como llaves, boletos o artículos de defensa (siete de cada 10); después se encuentran medicamentos y artículos de higiene (casi siete de cada 10). Y cada vez más (seis de cada 10) son esclavas de la tecnología: celular, cámara fotográfica, Ipad y laptops.

Una minoría (tres de cada 10) lleva aparatos para el cuidado del cabello, como un alisador o una secadora; otras llevan una minidespensa: fruta, barritas energéticas, agua o el alimento que quepa.

Criticadas porque cargan hasta la plancha, muchas usan bolsas grandes porque cargan objetos de la familia: los lentes del esposo o los dulces de los niños. Dado que no pocas han sufrido asaltos prescinden de tarjetas de crédito y de otros valores, sobre todo cuando van a sitios inseguros o viajan en transporte público. No faltó la entrevistada que sugirió diseñar bolsas con chip integrado, como el de los carros, para rastrear este preciado objeto.

Cervantes, quien lleva más de tres décadas dedicado a los estudios de opinión, se sorprendió al descubrir el aprecio que siente la mujer por su bolsa: es algo personal, no lo comparte, se aferra, y la agarra de las asas, no quiere que otros metan mano.

Un aspecto revelador –explica– es que llevan “mucha basura. Sacaban recibos, envolturas de chicles, de dulces, de comida, papeles viejos, recibos y decían: ‘no sé, pero ahí se quedaron’”.

Al fin de cuentas, muchas cargan con todo un repertorio de objetos para evitar olvidar algo, perder tiempo, desaprovechar oportunidades, tener complicaciones, verme fuera de lugar, o no encajar socialmente.

¿Y qué dice el bolso del estatus de la portadora? Las que gastan una mayor cantidad en su adquisición (778 pesos o más) representan 14 por ciento y les importa: que hable de cómo es mi personalidad, me ayude a sentirme joven, me haga sentir segura de mí misma, sea una marca exclusiva o sus diseños sean originales.

Quien invierte un poco menos (686 pesos) equivale a 22 por ciento y considera importante: que valga el precio que pago por ella, sea una marca de calidad u una que recomendaría a mis amigas y familiares, que le quepa todo lo que necesito llevar, que sea cómoda de cargar, que me permita movilidad, que no se ensucie fácilmente.

Diecisiete por ciento dedica 618 pesos en promedio a la compra de la bolsa y le interesa que su arreglo personal sea de lo mejor, sea apropiada en toda ocasión y que combine con todo, aunque no sea de diseñador o de tradición.

Para quienes erogan 500 pesos (22 por ciento) lo más apreciado es su duración y mantener en buen estado los objetos que guardan ahí, no piensan si las acompañará en los momentos importantes ni que hable de su personalidad.

Al grupo más grande (34 por ciento) le cuesta 483 pesos su bolso, lo cual no le impide soñar con una bolsa de marca, por eso les importa mucho que se vea como de diseñador.

El sitio donde se compra el querido objeto también es importante; no es lo mismo adquirirlo en un tianguis que en la tienda departamental. Eso comunica estatus, poder adquisitivo, referencia de moda.

Cervantes, quien se inspiró en estudios similares hechos en Estados Unidos, concluyó que la bolsa es tan importante para la mujer que cuando deja de usarla (por vieja o pasada de moda) no la tira, sino que muchas veces la regala a una prima joven o a alguien más para evitar su defunción

http://www.jornada.unam.mx/2012/09/17/sociedad/047n1soc

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Michael Moore: Relatos de un irreverente

Dominical • 16 Septiembre 2012 – 12:16am — Reportaje: Víctor Núñez Jaime

El libro del cineasta estadunidense ‘Cuidado conmigo’ reúne una serie de historias autobiográficas en las que recuerda su infancia y juventud, y cómo antes de ser un duro crítico de su sociedad deseaba ser sacerdote.

 

Michael Moore era un adolescente de 14 años cuando recibió “una llamada”. Se lo dijo a sus padres y se dispuso a dejar la casa. Si no intentaron retenerlo fue porque toda la familia consideraba un gran honor que uno de sus miembros hubiera recibido “esa llamada”. Así que el chico hizo una pequeña maleta, se despidió de sus hermanas, subió al coche de papá y mientras avanzaba veía con especial atención las casas y las calles del barrio donde nació y creció, como si la nostalgia lo invadiera. Era 1968, miles de jóvenes tomaban las calles de París, Chicago o México, pero Michael Moore se dirigía al seminario porque quería ser sacerdote.

El que más tarde se convertiría en uno de los cineastas más irreverentes, comprometidos y provocadores, había nacido en una familia católica y devota de clase media, en la comunidad de Flint, Michigan, que no estaba dispuesta a interponerse entre el Espíritu Santo y su hijo. Y Mike, buen muchacho, educado en colegio de monjas, estaba dispuesto a levantarse todos los días a las cinco de la mañana, rezar, pasar largos periodos de silencio, estudiar arduamente y cumplir castigos severos por desobedecer alguna norma. Pero sus dos compañeros de habitación se interpondrían en su camino.

Eran dos chicos que no querían ser sacerdotes. Estaban ahí porque sus padres los habían obligado con la esperanza de que “se enderezaran”. Pero ellos preferían las chicas, las fiestas, fumar, decorar el baño con pósters de Playboy y escaparse del Seminario. Cuando se enteraron de que Mike tenía el firme y serio propósito de ser un gran religioso, no dudaron en burlarse de él e intentar destruir su vocación con bromas pesadas. No contaban con que lo que realmente apartaría a Michael de la vida monacal serían las constantes e incómodas preguntas que lanzaba a sus profesores: “Si Jesús era judío, ¿de dónde salió la Iglesia católica? ¿Qué lección hemos de sacar de cuando Jesús golpeó a los tipos que prestaban dinero en el Templo? Si Jesús estuviera aquí y ahora, ¿enviaría soldados a Vietnam? En la Biblia no se menciona a Jesús cuando tenía entre 12 y 30 años, ¿qué hizo durante ese tiempo? Yo tengo algunas teorías…”.

Por eso el director quiso hablar con él:

—Lo mejor es que no vuelvas el año que viene.

—Pues yo ya tenía planeado irme, iba a decírselo. Así que no me echa. ¡Me voy! Pero, ¿por qué me pide que no vuelva?

—Es sencillo: ofendes a los demás chicos haciendo demasiadas preguntas. Siempre estás: “Por qué, para qué”. Puedes aceptar las cosas o no. No hay término medio. La verdad es que no funcionarías como sacerdote.

No funcionó y se fue a una secundaria pública. Un día iba a comprar una bolsa de Ruffles y se fijó en un letrero: “Concurso de discursos sobre la vida de Abraham Lincoln”. Participó y ganó. Sus contrincantes se centraron en alabar a Lincoln, en cómo ganó la Guerra de Secesión. Él, en cambio, habló sobre las prácticas segregacionistas, sobre la discriminación por cuestión de raza. Y a partir de entonces no dejaría de ocuparse de temas polémicos. Primero en un periódico y luego en sus películas.

Michael Moore cuenta anécdotas como estas en Cuidado conmigo (Ediciones B, 2012), una serie de relatos autobiográficos que, después de su éxito en inglés, se publican ahora en español. Son 500 páginas con los acontecimientos que marcaron su infancia y juventud. Están su familia y sus amigos. Está su ciudad y su estado natal. Está el perfil de su país bajo su mirada singular. Y están, sobre todo, los hechos que lo impulsaron a dedicarse al cine con un estilo propio.

El libro comienza con el Epílogo. Cuenta el acoso, las amenazas y las intimidaciones que sufrió después de aquel discurso que pronunció la noche del 23 de marzo de 2003, cuando ganó el Oscar al mejor documental por Bowling for Columbine:

—Vivimos en un momento en que tenemos resultados electorales ficticios (en referencia al cuestionado triunfo de George W. Bush). Vivimos en un momento en que tenemos a un hombre que nos envía a la guerra (en Irak) por razones ficticias. ¡Qué vergüenza, señor Bush! ¡Qué vergüenza!

Se desataron los abucheos, comenzó a sonar la música y él tuvo que abandonar el escenario. Era un momento en el cual la mayoría de los estadunidenses estaban convencidos de que su presidente tenía razón al atacar Irak, porque ese país representaba una “amenaza para la seguridad internacional” con sus “armas de destrucción masiva”. ¿Cómo se atrevía Michael Moore a cuestionar algo así? ¿No era “un patriota”?

Al llegar a Michigan vio montones de estiércol de caballo en la puerta de su casa y varios carteles: “Lárgate”, “basura comunista”, “traidor”. Empezó a recibir decenas de cartas y llamadas telefónicas llenas de insultos. Y amenazas de muerte. Los guardaespaldas comenzaron a acompañarlo a todas partes para defenderlo de “posibles atentados” (que los hubo). Pero el tiempo le daría la razón: Bush atacó Irak basado en mentiras y con la complicidad inicial de buena parte de los medios de información: no había “armas de destrucción masiva” en Irak. En ese contexto, parecía que Bush no tendría fácil la reelección. Y en 2004 Moore quiso contribuir a ello con Farenheit 9/11, al recordar las irregularidades de las elecciones del año 2000 y la relación de la familia del presidente con la familia real saudí y la de Osama Bin Laden, así como la construcción de mentiras y los motivos financieros para invadir Irak y la falta de autocrítica de la sociedad estadunidense.

La película obtuvo la Palma de Oro del Festival de Cannes, un éxito en taquilla sin precedente para un documental, la aclamación internacional pero, también (de nuevo) el feroz señalamiento: “Michael Moore odia América”. Finalmente George W. Bush fue reelecto y, de 2005 a 2007, el cineasta dejó de hacer apariciones públicas.

No es que hubiera “tirado la toalla”. Estaba buscando nuevos asuntos para llevarlos sin ficción a la pantalla. No quería, simplemente, ser el “listillo” que “lleva la contraria”, como algunos también lo han calificado. Aunque esto, reconoce en el libro, no está muy alejado de la realidad. Por ejemplo: cuando era un bebé gateaba hacia atrás, “como si tuviera ojos en la parte trasera del pañal”, en dirección contraria a todos los nenes.

Su madre le enseñó a leer cuando él acababa de cumplir cuatro años. Juntos descifraban el periódico. Luego iba a la biblioteca y se llevaba varios libros a casa. Al llegar al primer año de primaria, las monjas le dijeron que lo pasarían a segundo pues ya sabía lo que le iban a enseñar. Su madre se negó.

Su abuela le decía que la familia no tenía joyas, pero tenía historias. Le contaba, por ejemplo, la de sus antepasados del siglo XIX que formaron parte de los primeros colonos de Michigan, de cómo cooperaban con los indios y de lo orgullosos que se sentían porque nunca empuñaron armas.

Michael Moore era un niño apasionado de la historia y la política. Cuenta que un día, cuando su madre lo llevó a conocer el Capitolio de Washington, se perdió entre los pasillos del edificio y recibió la ayuda de un joven senador. Era Robert F. Kennedy. Cuenta también uno de los momentos difíciles de su vida: cuando murió su madre. Un día se puso muy enferma y Moore dudó en llevarla al “hospital más cercano” o al “mejor hospital”. Eligió la primera opción, pero no había suficiente personal médico ni estaba capacitado ni había el equipo técnico necesario. La señora murió al día siguiente y la tristeza y la culpa no dejan de asaltar al también autor de Estúpidos hombres blancos.

Recuerda cómo se enfrentó con timidez a sus primeras citas de amor, la idea de escapar a Canadá para evitar que el Ejercito lo enlistara para la guerra de Vietnam (a su padre lo llamaron para ir a la Segunda Guerra Mundial y estuvo a punto de morir y él no quería pasar por lo mismo), para qué servía ser parte del consejo Educativo de su Escuela y defender los derechos de los estudiantes y cómo intentó ayudar a su mejor amiga para que abortara, pues a pesar de ser un católico practicante consideraba que “un óvulo fecundado no es un ser humano. La vida comienza fuera del útero”.

Pero la etapa de su vida que sentaría las bases para su posterior éxito profesional serían sus años de periodista. En 1976, junto con un grupo de amigos, fundó el periódico Flint Voice. Se dedicaban, principalmente, a hacer reportajes de denuncia acerca de los abusos de políticos y empresarios. A principios de los ochenta del siglo pasado viajó a Acapulco para colarse en una serie de reuniones en donde varios magnates estadunidenses se planteaban cómo trasladar sus compañías a México con el fin de abaratar costos. Una de esas compañías era General Motors.

La fábrica de General Motors era el principal sostén económico de la pequeña ciudad de Flint, donde había nacido y crecido Michael Moore. Poco tiempo después, con este antecedente, haría su primera película. Ya no tenía trabajo, había cerrado su periódico y pensó que sería bueno llevar a la pantalla el caso de cómo Flint y su industria languidecían. Moore había visto cientos de películas, hacía un profundo análisis argumental y técnico de las que más le gustaban, pero nunca había estudiado cine y mucho menos había intentado hacer una. Así que recurrió a Kevin Rafferty, director de documentales como The atomic cafe.

El seis de noviembre de 1986, Roger B. Smith, director general de General Motors, anunció el cierre de 11 de sus fábricas, entre ellas la de Flint, Michigan. Eso significaba que echaría a la calle a 10 mil personas tan solo en esa ciudad. Era como destruirla porque la gente tendría que irse a buscar trabajo a otra parte. Y eso merecía una película. Moore fue a Nueva York para hablar con Kevin Refferty, recibió las mejores lecciones de cine y, sobre todo, la ayuda para filmar y editar lo que más tarde sería Roger y yo, el primer film de Moore. En ese momento no lo sabía, pero su amigo Kevin era sobrino de George Bush padre. “Mi madre y Bárbara Bush son hermanas”, le dijo después para confirmarle que al destino le gustan este tipo de ironías: su principal maestro era parte de la familia del presidente que en el siglo XXI sería objeto de su producción cinematográfica. Porque a partir de entonces, Michael Moore, ataviado con su gorra, sus lentes, su pantalón de mezclilla, sus tenis y su chamarra (el look de un “niño grandote”) se dedicaría a ir con su cámara por los centros neurálgicos de la sociedad estadunidense para hacer preguntas incómodas. Como las que hacía en el seminario cuando quería ser sacerdote.

 

http://www.milenio.com/cdb/doc/noticias2011/6c9650bb786019d76873c60aa18018a6

 

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Todos somos Jack Nicholson

Por: Mariana Gallardo – julio 20 de 2012 – 0:03

Agradezco su colaboración a alguna que otra amiga obsesiva compulsiva que me ayudó a identificar ciertas actitudes para este texto. Sírvase usted.

El Jack Nicholson de la película “As Good As It Get´s”, que no puede pisar las rayas de las baldosas o que le da varias vueltas al picaporte de su departamento, no es la única persona obsesiva compulsiva que se me viene a la mente.

De hecho, estos peculiares comportamientos no son tan peculiares, los veo todos los días. Es un trastorno psiquiátrico al que hay que prestar toda la atención de mundo. Pero en ciertos caso me parece que hay que verle el lado positivo al asunto.

No deje usted que le critiquen su obsesión. Las obsesiones pueden alcanzar cotas trágicas. Las películas de “Atracción Fatal” o “Luna Amarga” pueden ser un ejemplo llevado al extremo. Empiezan por el romanticismo y acaban en muerte.

Pero hay de todo. Todos tenemos pequeñas manías a mi gusto siempre simpáticas. No falta el ex enamorado que acosa anónimamente por Twitter o por Facebook. Incluso da rondines por su casa. Pretende ser un nuevo amigo y lo agrega a su lista de contactos. Esto por decir lo menos.

Reconozco en mí algunos grados de compulsión perfectamente aprobados por mi doctor. Y por mí, para todos los casos, que es lo más importante. Por lo general, nunca salgo de mi casa sin por lo menos estirar un poco las sábanas y tender la colcha. No soporto el hecho de llegar en la noche a una cama sin que esté hecha. Otros gustan de tender la cama milimétricamente y de preferencia dormir así en ella, es decir sin que se salgan las esquinas o se caiga la colcha. Como me muevo muchísimo no es mi caso.

Me gusta guardar los platos limpios y secos antes de lavar los sucios y encimarlos sobre los secos, las gotitas secas en los vasos o utensilios de vidrio me matan de horror.

Fumo. Ojalá pudiera decir que no como chacuaco, pero si fumo algo y me encanta comprar ceniceros en cualquier bazar o tienda. Pero curiosamente, no los uso. Odio que se manchen. Odio ver mi cenicero de flores y plantas, o el cenicero en forma de botín de Aladino con piedras azules lleno de ceniza. Que para eso se hizo, así que termino por utilizar los “ceniceros de batalla”. Aquellos que venden en cualquier supermercado o los típicos que tienen marca de cigarros.

Me da de pronto por acomodar los calzones en rollitos, separados por colores. Esta manía no me dura más de tres días.

Hay personas que acumulan cremas para el cuerpo. Cuando menos se dan cuenta, regresan a casa con alguna cremita, y al final del año hay que tirar las que ya caducaron. Este no es mi caso.

Yo coleccionaba cajas de kleenex y botellas de vino tinto y los colocaba vacíos como arte objeto. Hasta que me criticaron tanto que los tiré. Creo que fue una buena decisión.

Tengo una hermosa amiga que cuando siente tensión se tapa los ojos con la palma de las manos. No importa si está en la cola del súper, en una fiesta, con gente alrededor. Cuando quita las manos, inevitablemente alguien la observa con cara de asombro. No la critico, me parece una idea genial.

Yo odio prender mi cigarro con el de alguien más o que prendan el suyo con el mío. Siento que las babas extrañas se conectan. No soporto la idea. Soy intolerante (en lo laboral) a que me pidan explicaciones dos veces si las cosas están claras y por escrito.

Odio abrir garrafones, y a donde vaya, esta actividad me persigue. Pero he sido afortunada porque siempre que tuve compañero de piso me hacía guey hasta que le tocaba cambiarla. Ahora don Victorio, de Electropura, me ayuda en la tarea.

No me gustan los hombres chaparros, ni tampoco con voz de niño. Se les quita todo lo sexy, por más maestrías que tengan. Odio a los hombres con ínfulas de macho. Sus bromas me hacen parecer la mujer más mamona del planeta.

No puedo tomar una siesta de 15 minutos. Mínimo deben ser dos horas, así que esto en lo laboral, es un hándicap.

En mi casa uso portavasos y es uno de los requisitos para cualquier invitado. He logrado que todos cumplan al pie de la letra este tema, para mí vital y súper importante.

No puedo comer mango enfrente de otras personas. Porque a mi me gusta comer el mango a mordidas, entero. Picado no me sabe igual. Y es francamente desagradable ver a alguien con hilitos de mango en la boca, así que me reservo este placer para ejercerlo en solitario.

Por lo general, el 99% de las veces que hago fiestas o reuniones en casa, así termine a las 5 am y con algunas copas de más, me gusta limpiar, trapear, recoger vasos, sacar la basura, lavar el baño (utilizado por varias personas ajenas a mi traserito) al ritmo de “Let’s Dance”, de David Bowie. Uno se despierta fresco como lechuga en una casa donde nada ocurrió.

Y ahora que he confesado las mías, ¿cuál es la suya?

@mariagpalacios

http://marianagallardopalacios.wordpress.com

Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/opinion/20-07-2012/8280. Si está pensando en usarlo, debe considerar que está protegido por la Ley. Si lo cita, diga la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. SINEMBARGO.MX

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Expresidente Fox celebra sus 70 años en París

  • Fuente: El Universal
  • 17 julio 2012

En compañía de su familia, festeja en uno de los restaurantes más famosos, donde los platillos cuestan al menos 70 euros (mil pesos aproximadamente)

MÉXICO, DF.- El expresidente Vicente Fox celebró su cumpleaños número 70 acompañado de su esposa Marta Sahagún y de sus hijos Paulina, Cristina y Vicente, en las calles de París, Francia.

El 2 de julio, un día después de las elecciones presidenciales en México, Fox comió en uno de los restaurantes más famosos de París, Le Grand Véfour, ubicado bajo las columnas del Palacio Royal de la llamada ciudad de la Luz.

Paulina Fox subió las fotos del viaje familiar a su página de Facebook, en las que se nota al expresidente de México contento y apaga la vela de un pastel. Después posa con una tarjeta de chocolate en la que se le desea Feliz Cumpleaños.

El restaurante presume de haber sido frecuentado por Napoleón, y los escritores Víctor Hugo y Honorato de Balzac, y de tener a uno de los chefs más reconocidos especializado en comida francesa. Según el menú que puede conocerse vía Internet, los platillos cuestan arriba de 70 euros, equivalentes a más de mil pesos mexicanos.

Al viaje asistieron Vicente Fox Quesada y Marta Sahagún; Vicente Fox Jr. con su esposa, además de Paulina, Ana Cristina y Rodrigo.

En otro día, sin especificar antes o después del cumpleaños, los Fox fueron a visitar la cava de la champaña Taittinger, que data de 1734.

Luego posaron en los jardines de la casa y visitaron una galería en donde se ofrece la historia de la champaña.

Por lo que narra Paulina Fox en su muro, pasaron allá varios días, incluido el 2 de julio.

El expresidente estuvo en medio de la polémica cuando llamó al voto útil a favor del priísta Enrique Peña Nieto, por considerar que la candidata de su partido, Josefina Vázquez Mota, no tenía posibilidades de ganar.

En uno de los pies de foto Paulina escribió “Decidido: viviremos en el extranjero”, y minutos después aclaró que era broma, “ya ven cómo se arman los chismes allá (en referencia a México)”.

cm

http://www.vanguardia.com.mx/expresidentefoxcelebrasus70anosenparis-1332045.html

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Wallace Hartley: el violinista que hizo bailar vals al Titanic, antes del desastre total

Por: Redacción / Sinembargo – abril 18 de 2012 – 0:00 De revista, TIEMPO REAL,

Por: Rosario Manzanos

MÉXICO, D.F., 16 de abril (apro).- La leyenda dice que mientras el Titánic se iba hundiendo poco a poco en las heladas aguas de las costas de Terranova, la orquesta siguió tocando hasta morir. Y mientras lo hacía, otros más bailaban decidiendo terminar su vida de la manera más alegre posible.

Si bien la historia del barco ha sido estudiada y narrada desde diferentes perspectivas, poco se sabe de lo que se bailaba en el suntuoso salón de la embarcación.

Lo más que se sabe es que eran las 23:30 horas del domingo 14 de abril de 1912 cuando el trasatlántico chocó a toda velocidad con un iceberg. Por la hora muchos de los pasajeros se encontraban ya en sus camarotes y por ser día domingo, en el programa de actividades, no había ningún baile previsto. Los músicos habían terminado su trabajo de acompañar la cena y se preparaban para cenar.

Según Geoff Tibballs en su libro sobre el Titánic, fue el violinista británico Wallace Hartley, de 33 años, quien intentó, junto con los otros siete músicos que lo acompañaban, tranquilizar a la gente. Estaban en la primera clase y los pasajeros empezaban a perder la calma ante el desastre.

Las leyendas cuentan que la agrupación musical era tan buena que algunos perdieron tiempo vital para huir por escuchar a la orquesta, y, por qué no, realizar algunos pases de baile.

La música que se interpretaba y que los pasajeros bailaron durante su corta estancia en el barco solía variar entre valses de la vieja usanza, música estadunidense de Gilbert y Sullivan, particularmente ragtime, la música de moda que más se bailaba en todo el mundo.

Se dice que alrededor de la una de la mañana el barco se ladeó brutalmente, lo que no impidió que algunos pasajeros, ya convencidos de su pronta muerte, bailaran en la pista las pisadas de quicksteps, jives, marchas, valses y una amplia gama de la música de moda. Algunos de estos bailes aún pueden verse de forma muy estilizada en los concursos de baile de salón en los Estados Unidos.

Los sobrevivientes narran que oyeron sonar los compases de la mítica Alexander´s Rag Time Band, famosa canción que aún hoy en día se considera como de las piezas emblemáticas de las grandes orquestas y de la que incluso se hizo una película. La alegría de sus notas le hace mover los pies a cualquiera.

Cuando el Titánic se fue a pique, el director de la banda liberó a sus músicos y lo que siguió fue el horror de la oscuridad y el silencio. Los bailadores ya no pudieron moverse más en la inclinada pista pero se quedaron junto a los músicos que no abandonaron el lugar y siguieron tocando, aparentemente la música también ayudaba a silenciar los alaridos de pavor en lo que fue una de las peores danzas de la muerte de la historia.

Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección:http://www.sinembargo.mx/18-04-2012/209360

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