Siempre supe que las responsables de todas las desgracias que nos rodean eran esas malditas madres solteras que, en su enfermo afán por pecar, se atreven a traer hijos a este mundo.
Sí, el crimen organizado existe porque un montón de hombres y mujeres sin entrañas se divorcian, crían hijos solos o, peor aún, los crían con otras personas. ¡Qué asco!
Por eso hay tantos asesinos, por culpa de las mujeres que trabajan y de esos homosexuales degenerados que exhiben sus inmundicias en la calle.
A todos deberían exterminarlos de una vez por todas, para que por fin este país pueda ser ese remanso de paz para el que fue creado.
¿Acaso usted no se ha dado cuenta de que no hay nada más hermoso que una familia formada por un papá hombre, una mamá mujer, por varios hijos y por varias hijas?
Eso es lo normal, lo que debe ser, lo único que debe ser. En ese tipo de familia jamás pasa nada malo, los papás son bien buenos con sus hijos, las mamás son bien lindas con sus niños y todos son felices para siempre.
¿Cuándo ha visto usted que un papá maltrate a una mamá? ¿Cuándo se ha enterado usted de que un papá viole a un hijo o a una hija, o de que una mamá traumatice a sus retoños? ¡Nunca!
El futuro de México debe ser ése y si no me cree, pregúntele a nuestro Presidente que, gustoso, fue corriendo a respaldar estas ideas al sexto Encuentro Mundial de las Familias.
Gracias, don Felipe, por recordarnos el buen camino. La próxima vez que veamos a una mujer divorciada, la vamos a rechazar, la vamos a dejar sin empleo y la vamos a condenar hasta que no le quede más remedio que regresar corriendo con su marido.
Igual, cuando nos encontremos con el hijo de una madre soltera, nos vamos a burlar de él hasta que vaya con su progenitora y le reclame que haya tenido el descaro de haber tenido relaciones sexuales sin estar casada.
No, y ni hablemos de los homosexuales. A esos hay que matarlos. Punto.
Qué alivio que México haya sido sede de un foro tan positivo como el sexto Encuentro Mundial de las Familias. Me queda claro que nuestro país avanza con este tipo de eventos.
¿Por qué no nos proponemos el próximo año para ser sede de la cumbre del Ku Klux Klan? Entre sus ideas y las de los organizadores del sexto Encuentro Mundial de las Familias no hay mucha diferencia.
Con razón Benedicto XVI no quiso venir a dar la cara. Hubiera sido muy poco diplomático de su parte permitir que su imagen fuera directamente asociada a esa clase de pronunciamientos. Para eso están los subordinados.
No sé a usted, pero a mí me tiene helado, todavía, lo que se dijo en ese evento.
Hubo instantes en que sentí que aquello era una invitación a la descomposición social, un llamado a que los mexicanos salieran a las calles a matar a otros mexicanos justificándose en el nombre del amor.
Claro, estamos hablando del mismo amor que mató a comunidades enteras en tiempos de la Santa Inquisición, del mismito amor que exterminó a 6 millones de judíos durante la segunda Guerra Mundial. ¡Qué lindo es el amor!
Y no sé qué me dio más rabia, si el respaldo de Felipe Calderón a ese foro o la indiferencia con la que la población recibió esos mensajes. ¿Será que hemos caído tan bajo que ya no nos importa nada?
¿Será que tenemos tanto miedo que con tal de no meternos en problemas con ninguno de nuestros poderes fácticos, agachamos la cabeza ante cualquier cosa que nos dicen?
¿Hubiera sido igual si todas estas ideas no hubieran salido de la Iglesia católica? ¿Felipe Calderón hubiera ido con el mismo entusiasmo a inaugurarle un evento al Dalai Lama?
¿Quién es el presidente de las madres y los padres solteros, de los divorciados, de los homosexuales, las lesbianas y los transgéneros? ¿Felipe Calderón? ¿El mismo?
Las cosas que se dijeron en el sexto Encuentro Mundial de las Familias fueron tan delicadas que en cualquier otra parte del mundo hubieran generado revueltas.
Aquí no pasó nada. ¿Por qué? ¿Porque estamos de acuerdo?
Entonces, señor, señora, vamos a matar a las mujeres que trabajan, vamos a acabar con la gente divorciada, con las madres solteras y los homosexuales. Ellos tienen la culpa de nuestros problemas.
Gracias, Presidencia de la República por abrirnos los ojos. Gracias, sexto Encuentro Mundial de las Familias por iluminarnos en tiempos de oscuridad. ¡Gracias!
¡Atrévase a opinar!
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